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2.2 Desempleo e inseguridad en el empleo

31 agosto, 2009

La OIT estima que la actual crisis financiera probablemente suponga una pérdida del orden de 20 millones de empleos en el mundo y, según estimaciones conservadoras, el número de trabajadores pobres, que viven con menos de un dólar al día, puede aumentar en unos 40 millones, y los que viven con dos dólares al día en más de 100 millones. Incluso ahora, antes de que se conozca el pleno efecto de esta crisis, más de la tercera parte de la fuerza de trabajo mundial está desempleada o subempleada.

La denominada modernización de las leyes laborales que los intereses gubernamentales y empresariales tratan de introducir forma también parte integrante del programa neoliberal y constituye un ataque directo contra los trabajadores. No sólo aumenta el desempleo en el mundo, sino que también la creación de empleo se hace cada vez más a expensas de empleos de calidad. No deja de crecer el número de trabajadores que buscan empleo permanente, a tiempo completo, infructuosamente. El trabajo precario se está convirtiendo en la norma, extendiéndose a todos los sectores de la economía, incluso en los grupos profesionales. Los empleos de otros se externalizan, desclasifican y carecen de protección mediante las leyes laborales vigentes.

En muchos países en desarrollo, los trabajadores quedan excluidos de empleo permanente y se encuentran en la denominada economía no estructurada debido a graves crisis económicas, a la extensión de los programas de privatización y a la destrucción de empleos resultante de la reestructuración económica. La economía desregulada se expande y cada vez más personas luchan por sobrevivir con sueldos míseros. El desempleo y las malas condiciones de vida incitan a la migración en los países y a través de las fronteras nacionales, creando una multitud de tensiones en muchas partes del mundo.

Los trabajadores con empleo precario afrontan la inseguridad en el empleo y un futuro incierto, bajos sueldos, acceso limitado o nulo a prestaciones sociales, como los planes de salud o de pensiones, y mayores riesgos para la salud y la seguridad en el trabajo. A esos trabajadores también se les deniegan frecuentemente los derechos en el trabajo, como el derecho a unirse a un sindicato o a la negociación colectiva. El aumento del empleo precario está creando una fuerza de trabajo de dos niveles, que socava la cohesión social y debilita a los sindicatos. Esto forma parte de una estrategia antisindical más amplia utilizada por los empleadores en sus campañas antisindicales bien orquestadas.