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2.7 Un futuro insostenible

31 agosto, 2009

Una economía globalizada puede beneficiar a los trabajadores del mundo y mejorar las perspectivas del progreso social y el desarrollo sostenible. Sin embargo, esto no se conseguirá siguiendo un programa de desregulación. Las crecientes desigualdades entre países y dentro de ellos generadas por las políticas neoliberales y el libre comercio muestran que los trabajadores no reciben una parte equitativa de la riqueza que crean en la sociedad. Debido a las prácticas comerciales y de producción insostenibles, impulsadas por una globalización desregulada, los riesgos causados por la industria, las preocupaciones por la salud pública, la preservación del medio ambiente y el cambio climático han pasado a ocupar un lugar central.

El cambio climático es una amenaza para el desarrollo sostenible y afectará al bienestar humano, a las actividades industriales y al empleo. No es sólo motivo de preocupación para los países desarrollados, a los que sigue correspondiendo la mayor parte de los contaminantes de gases de efecto invernadero. El rápido crecimiento con gran densidad energética en China, la India y otras economías que se industrializan rápidamente también contribuye al aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero.

Ya se reconoce ampliamente que el calentamiento global es el mayor problema ambiental que afronta la humanidad. Hay pruebas científicas concluyentes de que la mayoría del calentamiento observado se debe a actividades económicas no reguladas y al consumo basado en una masiva y excesiva explotación de recursos naturales, que da lugar además a una polución industrial generalizada. Las emisiones, que aumentan rápidamente, causadas por el transporte, las industrias y las centrales de energía de combustibles fósiles se deben a una globalización fomentada por políticas neoliberales, en particular un enorme aumento del libre comercio y de los costes de transporte conexos. Prevalece la producción con independencia de los costos para el medio ambiente y del reciclaje y la eliminación. Existe consenso entre los científicos de que es preciso aplicar inmediatamente medidas como reducciones de las emisiones de los gases de efecto invernadero, el cese de la destrucción de los bosques (especialmente de las pluviselvas), y un cambio en la producción agrícola pasando a sistemas basados en la biología.

Además, el comercio de desechos peligrosos, como los residuos químicos y otros residuos industriales, en particular de las centrales nucleares, también ha de regularse estrictamente, o cesar. Hoy día, esos desechos son vertidos con frecuencia por países industrializados en países en desarrollo. Estos últimos aceptan tales prácticas por los ingresos mínimos que proporcionan a corto plazo. Hay muchas pruebas de que los países receptores con frecuencia no pueden tratar los desechos de manera segura y apropiada. Con frecuencia, se almacenan en espacios abiertos donde niños y mujeres pobres van a buscar medios de subsistencia.

La lucha mundial por la protección del medio ambiente ha de librarse tomando plenamente en consideración las consecuencias y oportunidades para el empleo. Si bien la protección ambiental tiene un costo, hay enormes posibilidades para la creación de empleo en industrias metalúrgicas, en particular las relacionadas con energías alternativas, en la construcción y el transporte con poco consumo de combustible. La creación de empleos estables, seguros y buenos ha de figurar en el centro de la respuesta a la crisis ambiental. Dichos empleos han de basarse en la producción de bienes y servicios útiles y accesibles a todos en la comunidad. Como muchos problemas ambientales tienen su origen en el lugar de trabajo, los trabajadores se encuentran en una posición excepcional para contribuir a soluciones. Además, la función de los sindicatos, en particular de los sindicatos de industria, ha de ser firme a nivel sectorial, donde ha de prestarse especial atención a los sectores del automóvil, el acero, el aluminio, el aeroespacial y el de generación de energía, todos los cuales son fundamentales para el futuro de nuestra economía. Por último, esa evolución positiva sólo puede lograrse si todos los sindicatos del mundo y sus aliados luchan contra el neoliberalismo y por políticas nacionales de desarrollo industrial efectivas.

La globalización y su impacto social son un importante factor en la propagación del VIH/SIDA y otras nuevas epidemias. Como consecuencia, estas epidemias no pueden abordarse como un problema aislado, sino únicamente en el contexto del comercio, las inversiones, la relación de empleo y la protección social. Los países menos adelantados con elevados niveles de pobreza y desigualdad son especialmente vulnerables. Como resultado de las presiones políticas de las instituciones financieras internacionales, la pobreza entre los grupos más marginados económicamente se agudiza. Esto afecta tanto a la propagación como a la reacción a las epidemias. Los sindicatos son actores esenciales en el lugar de trabajo; pueden proteger a los trabajadores y elaborar acuerdos con los empleadores para promover el acceso a la atención y el tratamiento, y para prevenir la discriminación. Los sindicatos también desempeñan una función social y política más amplia en la sociedad civil, que trata de aliviar la pobreza y la privación elevando los sueldos, los niveles de vida y las normas sociales.

La carrera mundial de armamentos, que suscita tensiones y conflictos en todo el mundo, también es una amenaza para el futuro sostenible. El gasto militar mundial ha aumentado un 45 por ciento desde 1998. La lucha por lograr el acceso a suministros de energía vitales y otras materias primas es un importante factor que contribuye a esa intensificación militar. Al mismo tiempo, se agotan recursos limitados debido a una producción despilfarradora e innecesaria y al aumento de la población. Por otra parte, quedan a la zaga las inversiones en programas de educación y salud tan necesarios, y en la asistencia oficial para el desarrollo.