7 octubre, 2021En el Día Mundial del Trabajo Decente, destacamos el impacto de la COVID-19 sobre los y las trabajadores/as de la confección, así como sobre la campaña global destinada a lograr protección social para esta mano de obra.
Cuando Pavi* perdió su trabajo hace dos años, todo cambió. Anteriormente, había trabajado como operaria en una fábrica de confección de Bangladés durante más de una década. Ahora ha perdido su fuente de ingresos y está luchando por brindar un sustento a sus tres hijos.
«Tengo tres hijos. Mi esposo está paralizado, muy enfermo. Soy la única fuente de sustento para la familia. Mis hijos estudian en la escuela. Tengo que pagar los gastos del médico. Hay tantos gastos. Casi no lo puedo soportar. Los niños van a la escuela y necesito mucho dinero, pero no ingreso nada».
Los países del hemisferio sur que producen ropa ofrecen a las grandes marcas bajos impuestos y una regulación laxa, pero son pocas las marcas que cumplen sus obligaciones respecto a los trabajadores de las fábricas.
El de Pavi no es un caso aislado. Pocos trabajadores de la confección cuentan con una red de seguridad. Una enfermedad, un embarazo o un despido pueden catapultar a las familias prácticamente a la indigencia.
La pandemia de la COVID-19 ha puesto de relieve y amplificado la vulnerabilidad de esta mano de obra.
A Shayan* lo despidieron después de faltar al trabajo porque su esposa se puso enferma. Había trabajado en la misma fábrica durante casi cinco años. Su esposa tenía cáncer y la hospitalizaron después de contagiarse del coronavirus.
«Cuando regresé a trabajar a la fábrica me dijeron que no hacía falta que volviera al día siguiente. Usaron un lenguaje muy ofensivo».
La mujer de Shayan no se recuperó. Ahora tiene que criar solo a su hijo de 9 años, apoyar a su clan familiar y trabajar como conductor de rickshaw para llegar a fin de mes. La fábrica no le pagó la compensación a la que tenía derecho. Con la ayuda de su sindicato y de IndustriALL, logró que le pagaran parte del dinero al que tenía derecho, pero no su totalidad.
«Estoy intentando educar a mi hijo y hacer lo mejor para la familia. Si la fábrica me paga lo que me debe, pienso que podré darle a mi hijo un futuro mejor».
Aparte de aquellas personas a las que el virus ha dado de lleno, la COVID-19 ha privado a miles de trabajadores de sus ingresos porque las fábricas perdieron los pedidos o tuvieron que cerrar.
Manabi* se puso a llorar mientras nos contaba que la fábrica donde trabajó como planchadora durante los últimos cinco años tuvo que cerrar hace seis meses. Al no poder pagar el alquiler ni comprar comida, se ha visto obligada a endeudarse y se enfrenta al desalojo.
«Estoy endeudada, pero tampoco puedo devolver la deuda. Ahora nadie está dispuesto a prestarnos dinero. Si mi hijo pide algo de comer, no tengo nada para darle».
La directora del sector textil y de la confección de IndustriALL, Christina Hajagos-Clausen, dice que la industria de la confección mundial está fallando a estos trabajadores mientras que muchas marcas todavía se aferran a las iniciativas voluntarias y a las auditorías de fábricas individuales.
«Si queremos lograr un trabajo decente en el sector de la confección, los compromisos de la cadena de suministro deben ser ejecutables legalmente. Los gestos voluntarios no son suficientes. Necesitamos acuerdos vinculantes entre las marcas, los fabricantes y los sindicatos que aporten a los trabajadores la red de seguridad que se merecen. El recientemente negociado Acuerdo de Salud y Seguridad en la Industria del Textil y de la Ropa facilita el modelo sobre cómo deberían ser las relaciones industriales de la cadena de suministro actual».
Es clave reforzar el poder sindical dentro del sector. Organizar a los trabajadores a escala local logrará ejercer una mayor influencia a fin de instaurar estas redes de seguridad. Los sindicatos pueden ayudar a transformar todo el sector si unen fuerzas a escala internacional y participan en la campaña global de IndustriALL.
*Los nombres se han modificado para proteger la identidad de los trabajadores, pero todas las personas aquí mencionadas son de Bangladés.
¿Qué es la protección social?
La protección social es un conjunto de políticas y programas diseñados para reducir y prevenir la pobreza y vulnerabilidad a lo largo de toda la vida. La protección social incluye prestaciones para hijos y familias, así como en caso de maternidad, desempleo, accidente laboral, enfermedad, vejez, discapacidad, supervivientes, además de asistencia sanitaria.
Pueden proporcionar protección social tanto el Estado, a través de sistemas contributivos o de prestaciones financiadas mediante impuestos, como otras partes interesadas, por ejemplo los empleadores.
Acerca de la industria de la confección
Casi el 80 % de los puestos de trabajo de la industria de la confección están ocupados por mujeres, aunque estas solo llegan a un tercio de la mano de obra del sector manufacturero mundial. Los puestos de trabajo donde la mayoría de las trabajadoras son mujeres suelen caracterizarse por salarios bajos, largas horas de trabajo, exposición a riesgos profesionales para la salud y la seguridad, así como violencia y acoso.
Los datos de importación gubernamentales para los mercados de Estados Unidos y Europa reflejan una diferencia de 16 000 millones de dólares estadounidenses en importaciones de ropa en 2020, debida principalmente a pedidos cancelados.