5 diciembre, 2019Brian Kohler, director de sostenibilidad de IndustriALL, informa sobre el tercer día de la 25.a Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP25), en Madrid, España.
Durante la reunión matutina del consejo de sindicatos, los delegados escucharon un apasionado discurso acerca de lo que está sucediendo en Chile. El orador describió cómo el pasado chileno de dictadura militar está regresando para acechar al país, así como afirmó que “los hijos de Pinochet” han vuelto a tomar el control. Chile se describe como un país rico, pero esta riqueza ha sido acaparada (privatizada) por una clase pudiente de elite, muy pequeña y codiciosa. Mientras tanto, a pesar de la riqueza en recursos humanos y naturales que posee Chile, muchas partes del país no tienen acceso al agua potable o la electricidad, y los salarios no se equiparan al costo de vida. Fue inevitable que estallaran las manifestaciones contra el deterioro de las condiciones.
La manera en la que el gobierno ha decidido lidiar con las manifestaciones, que han sido pacíficas, es inexcusable: 27 murieron y muchos resultaron heridos e incluso perdieron la vista al recibir disparos de balas de goma. Es vergonzoso que el gobierno de Chile siga manteniendo el prestigioso cargo de la presidencia de la COP (la Ministra del Medio Ambiente de Chile, Carolina Schmidt Zaldivar, es la presidenta de la COP25) a pesar de incumplir su promesa de organizar el evento y haber tenido que dejar que España recoja los platos rotos. Chile debería haber renunciado inmediatamente al puesto en favor de una nación que realmente se lo mereciera.
En cuanto al proceso de la COP25 en sí, el miércoles dio lugar a un balance de las acciones por el clima. En cuanto al balance, resultó claro que se prometieron acciones insuficientes e incluso menos se cumplieron. La presidenta de la COP organizó una exposición de datos científicos adicionales por medio de una reunión virtual de los ministros de ciencias. Pero no se precisa más información científica, la ciencia ya ha sido bastante clara. Lo que necesitamos es más ambición.
Las medidas de respuesta son un gran tema de discusión y, dentro del universo de la COP, es en el marco de las medidas de respuesta donde se encuentran los programas de Transición Justa. Aún es temprano para saber si los debates sobre medidas de respuesta serán productivos. El informe del Comité de Expertos de Katowice sobre las Repercusiones de la Aplicación de las Medidas de Respuesta (KCI), que también abarca el impacto de las medidas de Transición Justa, no fue “bienvenido” inicialmente, es decir, formalmente respaldado, para usar la terminología de la COP. Aunque esto es preocupante, aún no me queda clara la importancia de este fracaso. Espero que sea un inconveniente temporal.
Con respecto al Artículo 6, en el que se abordan las medidas voluntarias (mecanismos de mercado, incluidos los sistemas de intercambio de emisiones mencionados en publicaciones anteriores de este blog, ver los enlaces más adelante), existen mayores dificultades. Aunque un buen acuerdo facilitaría el logro de los objetivos de París, uno redactado de forma deficiente podría ser peor que no tener ninguno. Por ejemplo, si permite que las naciones oculten sus emisiones tras un sistema de intercambio de emisiones mal definido y poco transparente.
Los sindicatos también están supervisando el tema de las finanzas climáticas: el largamente prometido fondo climático mundial aún carece de los recursos suficientes. Las finanzas pueden ser un importante agente de cambio, mientras que la falta de ellas puede ser un obstáculo insuperable, en particular para los países en vías de desarrollo.
El día de ayer, la Red de Acción por el Clima (CAN) (grupos ambientales) anunció tres ganadores de los premios “Fósil del día”: Brasil (por impulsar una destrucción acelerada de la selva amazónica y culpar a otros por ello), Japón (por insistir en aumentar la capacidad de generación de energía a carbón, a pesar de lo que dice la ciencia climática y simples cuestiones económicas) y Australia (cuyo primer ministro niega las consecuencias del cambio climático incluso mientras enormes incendios forestales arrasan con el país).