20 junio, 2024Recientemente visité Ucrania y, aunque no fui testigo de primera mano de gran parte de la devastación, mis reuniones con nuestros afiliados y las conversaciones sobre las terribles consecuencias de la invasión rusa revelaron una cruda realidad. Más de 6 millones de ucranianos han huido del país, aunque se espera que la mayoría regrese algún día. Dentro de la propia Ucrania, casi 6 millones de personas están desplazadas y buscando refugio en territorio propio.
Los días 14 y 15 de mayo de 2024, junto con una delegación de la Confederación Sindical Internacional (CSI) encabezada por el secretario general Luc Triangle, visitamos Ucrania para reafirmar el apoyo del movimiento sindical mundial a los trabajadores y sus sindicatos en el país. El grupo incluía a Christy Hoffman, secretaria general de UNI-Global Union, y a Paul Nowak, secretario general del TUC (Reino Unido).
Los trabajadores ucranianos están sufriendo. Han perdido sus empleos, ingresos y hogares. Las familias están destrozadas, huyendo tanto dentro como fuera de Ucrania. Con todo ello, también defienden a su país.
Los ataques contra las minas de carbón y las centrales eléctricas son flagrantes actos de terrorismo dirigidos a paralizar las infraestructuras ucranianas. En Kiev, visitamos una central térmica que había sido bombardeada hasta los cimientos apenas un mes antes de nuestra llegada. Este duro recordatorio pone de relieve la estrategia rusa de atacar infraestructuras críticas para hacer la vida lo más difícil posible a la población ucraniana. La destrucción de las centrales eléctricas es un intento deliberado de sumir a la población en la oscuridad y el sufrimiento. La intención detrás de estos ataques es clara y maliciosa.
A primera vista, la vida en Kiev casi parece normal. Las tiendas están abiertas y la gente sigue su rutina diaria. Sin embargo, una mirada más cercana revela la tensión subyacente y la preparación para el conflicto. Antes de llegar, hay que instalar una aplicación de alarma antiaérea que envía notificaciones de posibles ataques, lo que indica que hay que refugiarse de inmediato. Las estatuas y obras de arte, símbolos del patrimonio cultural, están protegidas, lo que resalta los riesgos culturales en juego. En la plaza Maidán hay banderas clavadas en el suelo que conmemoran a cada persona fallecida, colocadas allí por las familias que han perdido a sus seres queridos, lo que crea un espectáculo impactante y desgarrador. Un muro de cientos de metros, lleno de fotos de las personas asesinadas desde 2014, demuestra que esta guerra lleva mucho más tiempo que los dos últimos años.
La sede del Parlamento y las viviendas circundantes están protegidas con sacos de arena, un duro recordatorio de la amenaza constante y de la necesidad de estar preparados para cualquier cosa. Esta imagen proporciona una clara comprensión del nivel de expectativa y preparación ante posibles ataques.
Las pérdidas humanas son impactantes. Las cifras oficiales de muertos varían, pero los residentes locales creen que el número de muertos es mucho mayor de lo que se dice, quizás más de cien mil. Cada bandera en la plaza Maidán representa una vida perdida, una familia destrozada.
La defensa aérea de Ucrania no es lo suficientemente fuerte y la amenaza de ataques es constante. Durante nuestra visita, el secretario de Estado de EE. UU., Antony Blinken, estuvo en Kiev y no hubo atentados, lo que los ucranianos deben haber sentido como una breve pausa en este incesante asalto. Por lo general, sonaban de 3 a 4 alarmas al día y la gente tenía que encontrar refugio.
En general, la vida en Kiev funciona con normalidad, pero nuestra visita a un hospital pediátrico reveló la cruda realidad de la guerra. Vimos niños que llegaban sin piernas ni brazos, algunos traumatizados y paralizados, no por lesiones físicas, sino por el mero impacto psicológico del conflicto. Hablar con niños de Járkov, donde se libran algunas de las batallas más duras, fue una experiencia sobrecogedora. Fue un terrible llamado de atención para cualquiera que no comprendiera plenamente los horrores que están padeciendo los ucranianos.
Los sindicatos que visitamos se mostraron increíblemente agradecidos por nuestra presencia. Nos consideraron valientes por venir, aunque nuestra breve visita de 36 horas no fue nada comparado con lo que tienen que soportar cada día. El valor y la compostura de estos dirigentes sindicales fueron inspiradores. A pesar de todo, siguen concentrados y decididos, y saben exactamente lo que tienen que hacer para apoyar a sus miembros y a su país.
Los sindicatos son tan resilientes como pragmáticos. Comprenden la necesidad de mantener la visibilidad del conflicto en la escena mundial para pedir que se mantenga el apoyo. No piden compasión, sino solidaridad y ayuda práctica. Su objetivo final es ganar la guerra para garantizar el respeto y el mantenimiento de la soberanía de Ucrania.
Si permitimos que Rusia se anexione territorios reconocidos por las Naciones Unidas como parte de Ucrania, sentaremos un precedente peligroso. ¿Dónde trazaremos la línea la próxima vez? La fuerza y la determinación del pueblo ucraniano es un testimonio de su firme espíritu. Están luchando no solo por su país, sino por los principios de libertad y soberanía que deben defenderse en todo el mundo.
A lo largo de nuestros diálogos, abordamos la aplicación de la nueva legislación laboral hostil a los trabajadores y la supresión del diálogo social. Todas las personas con las que hablamos estuvieron de acuerdo en que la nueva legislación laboral no puede implementarse sin la participación de los trabajadores y sus sindicatos. Sin embargo, el gobierno canceló nuestra reunión en el último minuto, y evitó tener que explicar por qué proceden sin una participación tan crucial.
En nuestro viaje de 20 horas de regreso a Polonia, el tren estaba lleno de mujeres, ya que a los hombres no se les permite salir de Ucrania. Hablaron de la necesidad de un descanso del miedo y las dificultades constantes. Sus historias nos recordaron el costo emocional y psicológico de esta guerra.
Lo que vimos solo roza la superficie. Cuando ves a los niños y lo que han tenido que soportar a una edad tan temprana, te das cuenta de que esto es solo la punta del iceberg, y realmente te afecta. Fue difícil dormir en ese tren. Además del constante control de pasaportes, las imágenes que quedan en la cabeza dificultan procesarlo todo, y ni siquiera visitamos la primera línea de combate.
Mi visita a Ucrania fue un recordatorio sobrecogedor del profundo costo humano de este conflicto, pero sobre todo reforzó mi convicción de que la guerra solo tiene perdedores y que es preciso evitarla. Debemos seguir teniendo a Ucrania en nuestros pensamientos y en nuestros proyectos, y asegurarnos de que no se olviden los sacrificios de su pueblo y de que se apoye su lucha por la libertad. La valentía y resistencia de los trabajadores y trabajadoras ucranianos y sus sindicatos son extraordinarias, y su lucha requiere nuestro apoyo.