6 octubre, 2017Las recientes victorias sobre el trabajo precario muestran que es posible adaptarse a una economía cambiante sin hacer pagar el precio a los trabajadores.
¡STOP al trabajo precario! Las palabras saltan de los carteles y las pancartas sostenidos por los sindicalistas de todo el mundo. Durante años, hemos estado marchando, protestando, manifestándonos y tratando de contener la creciente marea de trabajo precario que se está llevando por delante los términos y las condiciones de los trabajadores.
A veces nos sentimos como el rey Canuto, que en el siglo XI se sentó a la orilla del mar y ordenó que la marea no le mojara los pies. Ha habido una explosión de trabajo precario, que parecía imparable: trabajo temporal, por agencia, subcontratado, de plazo fijo, cero horas, por cuenta propia, y por intermediarios. Son muchas las palabras y las formas, pero todas propias de empleadores que se lavan las manos sobre la responsabilidad con sus trabajadores.
La economía mundial está cambiando rápidamente. La evolución de Industria 4.0 significa que habrá muy pocos empleos permanentes, y que la mayoría de los trabajadores tendrán que reconvertirse o cambiar de forma de trabajar. No volveremos a un mundo en el que las generaciones trabajen en la misma industria o fábrica, haciendo el mismo turno o realizando el mismo cometido por un salario estable. Pero podremos tener empleos suficientemente flexibles para adaptarse a una economía cambiante, pero lo bastante segura para garantizar los derechos de los trabajadores.
A pesar de luchar cuesta arriba, a pesar de la aparente inevitabilidad, los sindicatos han combatido. La lucha contra el trabajo precario ha revestido múltiples formas: organización de los trabajadores, negociación colectiva a nivel de la empresa o del sector, acuerdos marco globales con mecanismos que limitan el trabajo precario, denuncias de empresas ante los tribunales, modificación de la legislación y movilización de la opinión pública.
Y a veces hemos ganado.
Una acumulación de pequeñas victorias puede estar a punto de alcanzar la masa crítica, y cambiar el rumbo. Si seguimos presionando se puede invertir la tendencia. El trabajo precario pertenece a un modelo económico que está fracasando en todas partes, y políticamente el momento es propicio para el cambio. Podemos recuperar la seguridad.
El mejor y más reciente ejemplo es la prohibición de Uber en Londres. La empresa de taxis privados es el niño del cartel de la economía del trabajo por cuenta propia digitalizado, precario y centralizado. Uber ha “alterado” la industria del transporte ignorando la reglamentación y confiando en su bajo coste y en la conveniencia para poner al público de su parte.
Centenares de miles de personas conducen para Uber, pero la empresa no las emplea directamente. Legisladores de la capital, taxistas establecidos y sindicatos han luchado contra Uber. Los sindicatos han llevado a la empresa a los tribunales en varias jurisdicciones.
Y esto está empezando a dar resultado. El sindicato GMB, afiliado a la IndustriALL, que tiene una sección de choferes de Uber, ha denunciado a la empresa ante el tribunal del empleo por falso trabajo autónomo. Y el tribunal ha fallado a su favor.
Puede que Uber logre eludir la prohibición, pero la empresa habrá de hacer considerables concesiones.
Esto sienta un precedente: mensajeros de empresas como Deliveroo se están organizando en muchos países, y probablemente se sientan animados por el fallo sobre Uber.
En el Reino Unido, el uso de contratos de cero horas se ha disparado en los últimos años, y ha empezado a disminuir. Los contratos de cero horas están en su nivel más bajo de los tres últimos años. Nadie sabe con seguridad por qué, pero ha habido una reacción pública contra estos contratos tras las campañas sindicales para exponer la explotación que representan.
El público está cada vez más sensibilizado sobre cómo la desigualdad perjudica a la economía, y la incapacidad de los jóvenes para gozar algún día de un hogar seguro, no tener deudas o cobrar una pensión. Algunas empresas se han comprometido a dejar de utilizar las cero horas y a ofrecer horas garantizadas al personal.
En Nueva Zelanda, el sindicato Unite union ha firmado convenios colectivos con McDonalds y muchas otras empresas de comida rápida, lo que da más seguridad a los trabajadores.
Los afiliados a la IndustriALL han organizado a decenas de miles de trabajadores precarios. En Corea, mediante una campaña sindical de diez años se ha conseguido convertir en permanentes a 6.000 trabajadores subcontratados en Hyundai.
En Sudáfrica, la NUMSA ha logrado poner fin al trabajo precario en el sector del caucho, convirtiéndolo en una línea roja en las negociaciones con el organismo de los empleadores. En Turquía, Lastik-İş ha convencido a los fabricantes de neumáticos multinacionales para que hagan permanentes a miles de trabajadores subcontratados, y DİSK-Tekstil ha conseguido lo mismo en el sector del embalaje.
En la India, los trabajadores subcontratados en la planta de cemento Jamul de LafargeHolcim han obtenido contratos seguros gracias a la labor de su sindicato, PCSS, y a la IndustriALL. El acuerdo establece un precedente en la industria, pues los sindicatos han creado redes internacionales para coordinar las negociaciones con las multinacionales.
Estos y muchos otros ejemplos muestran que es posible lograr victorias contra el trabajo precario. Y estas victorias suman, se acumulan y sientan precedentes.
Por eso, no hay que desanimarse. Únanse a nosotros el 7 de octubre próximo para decir ¡STOP al trabajo precario! Este año, nuestras manifestaciones pueden ser una celebración de lo que hemos conseguido y reforzar nuestra resolución para seguir sumando victorias.
Podemos ganar esta lucha.