19 diciembre, 2014La 20ª Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP20) acabó el 13 de diciembre en Lima (Perú) con una amarga decepción. Tras dos semanas de intensas negociaciones se desvaneció la ambición de mantener los aumentos de temperatura en 2C, y se ignoraron las demandas sindicales sobre una Transición Justa a un futuro sostenible.
Aunque nunca se esperó que la COP de Lima fuera precursora de un acuerdo, sí se pensaba que marcaría la pauta para llegar a un acuerdo en París, dentro de un año, en la COP21. Lo único que se ha conseguido es un marco muy débil, con muchos espacios en blanco para firmar algo significativo en París el año próximo.
Se mantiene la mayor brecha entre los países desarrollados y en desarrollo. Algunos países desarrollados no pertenecientes a la UE, encabezados por Estados Unidos, están tratando de destrozar un principio de acuerdo convenido anteriormente, conocido como “responsabilidades comunes pero diferenciadas y capacidades respectivas”, en que se reconoce que los países desarrollados deben tomar la iniciativa, ya que tienen una responsabilidad histórica en la mayoría de los gases de efecto invernadero emitidos a la atmósfera y son quienes mejor pueden actuar. En cuanto a la financiación, los países desarrollados quieren decidir qué proyectos son apoyados por el Fondo Verde para el Clima, en lugar de permitir a los países en desarrollo decidir sus prioridades. Además, hay un respaldo general, lejos del objetivo de un acuerdo vinculante hacia “contribuciones previstas y determinadas a nivel nacional”: básicamente compromisos nacionales voluntarios, no vinculantes que no serán transparentes ni se podrá auditarlos.
En medio de estas complicadas conversaciones, los delegados sindicales trataron de mantener al menos algunos aspectos centrados en la dimensión social de la sostenibilidad, pero en las últimas COP se ha establecido una pauta. En cada COP, mediante un gran esfuerzo, los sindicatos han logrado incorporar en general en el texto uno o dos párrafos sobre el trabajo decente, empleos más verdes, y una Transición Justa. Pero al llegar la siguiente Conferencia de las Partes el texto de los sindicatos se ha suprimido, y tenemos que luchar de nuevo para que se vuelva a incluir. Dejando a un lado las complejas razones de esta situación, las conversaciones de Lima no han sido una excepción a esta norma.
Al final de las negociaciones mencionamos nuestras demandas sociales en un solo lugar, en un documento denominado Medidas de respuesta. Si bien esto es mejor que nada, se trata realmente de una pequeña victoria. Ello se debe a que hay alguna oposición a la totalidad del texto Medidas de respuesta, y no hay ninguna garantía de que sobreviva en el período previo a París y a la COP-21. Para tener alguna confianza en que no quedarán simplemente descartadas nuestras propuestas necesitamos que en el principal texto de negociación se reconozcan las normas sociales, el trabajo decente y una Transición Justa.
La COP-21 en París hacia finales de 2015 será un momento crucial para el mundo. Aunque desde al menos los últimos años del decenio de 1980 resuenan las advertencias del peligroso calentamiento global el mundo ha hecho muy poco y ahora se acaba efectivamente el tiempo. De no haber un acuerdo significativo en 2015, no será realísticamente posible impedir un cambio climático catastrófico con las tecnologías existentes. El destino de nuestro mundo dependerá entonces de tecnologías que aún no existen o no están probadas.
Como ha declarado el secretario general de la IndustriALL Global Union, Jyrki Raina, el cambio climático amenaza todo lo que el movimiento sindical representa. Hay dos posibles escenarios de desastre, no uno.
El primero, el más debatido, es que el cambio climático catastrófico cause estragos en las especies y los espacios del mundo y haga inhabitables grandes zonas del planeta.
El segundo, menos debatido, es que debido al pánico de última hora para impedir el primer escenario nos veamos obligados a aceptar medidas draconianas que se lleven por delante los derechos humanos, los derechos de los trabajadores y, en realidad, la dignidad humana básica. En este escenario podremos salvar el ecosistema pero terminaremos siendo esclavos de los pocos multimillonarios que hayan ideado refugios seguros para su riqueza.
La única manera de evitar que ambas posibilidades sean nuestra realidad en el futuro es construir una Transición Justa: un puente hacia un futuro sostenible que respete y proteja a los trabajadores actuales, cree oportunidades para mañana e insista en los derechos humanos, las normas sociales y la dignidad humana. Y eso no se nos dará. Habremos de luchar por ello: luchar contra las poderosas fuerzas e ideologías atrincheradas.
2015 será un año de lucha para conquistar un futuro decente para los ciudadanos actuales y futuros del planeta Tierra.