4 diciembre, 2020En las fábricas donde se producen textiles, prendas de vestir, zapatos, cuero y accesorios, millones de personas laboran en trabajos inseguros, con bajos salarios y en condiciones peligrosas. Los trabajadores y trabajadoras están expuestos a productos químicos que se utilizan para blanquear y teñir. A consecuencia de desastres como el derrumbe de Rana Plaza y el incendio en Ali Enterprises perecieron miles de trabajadores/as. Las campañas sindicales sobre los derechos laborales han revelado políticas antisindicales, encarcelamientos, agresión y, a veces, asesinatos.
INFORME ESPECIAL Global Worker No. 2 noviembre 2020 | |
Texto: Walton Pantland Transformar las relaciones de poder en la industria textil y de la confección. |
Este sector ha llegado a ser tan enorme y complejo que ninguna de las partes interesadas (marca, gobierno, fábrica o sindicato) ha sido capaz de cambiarlo en forma definitiva. Los consumidores y activistas culpan a las marcas, las marcas culpan a las fábricas proveedoras y los propietarios de las fábricas acusan a los sindicatos de sabotaje. Hay intereses contrapuestos y no se puede transformar el sector si no se entienden estos intereses y las relaciones de poder entre ellos.
Los sindicatos mundiales pueden influir en las relaciones de poder y, al hacerlo, llevar a la industria por un camino mejor.
La industria de la moda es un complejo gigante mundial con un valor de unos 1,5 trillones de dólares al año que, a nivel global, contribuye aproximadamente un 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Su gran tamaño le brinda estabilidad, y es tan compleja que es difícil de influir. La producción globalizada alimenta unas fauces insaciables de consumo, creadas por una sofisticada maquinaria de marketing que utiliza personas influyentes en las redes sociales para fabricar las necesidades y deseos que hacen que la gente siga comprando, y luego descartando, enormes cantidades de ropa.
Resultado de esto son almacenes repletos de artículos excedentes que no se pueden vender y marcas de primera que queman ropa que vale millones de dólares. Esta industria ha crecido de una manera descontrolada, e incluso aquellas marcas que quieren hacer las cosas de manera diferente no pueden cambiar sin bajar de categoría.
La moda rápida, donde las marcas producen velozmente, a gran escala y bajo costo, las últimas tendencias para los consumidores, depende de mantener bajos costos laborales en los países donde se producen las prendas de vestir.
Estos fueron problemas graves antes de los trastornos de la crisis del Covid, con pedidos cancelados y pérdida de producción.
Los sindicatos mundiales no pueden abordar la sobreproducción: éste es un problema que a la industria le corresponde resolver. Nuestros miembros no tienen suficiente control sobre el proceso de producción como para poder acabar con la contaminación o reducir las emisiones. Pero sí podemos influir en las relaciones de poder.
Son muchos los aspectos positivos del sector. Si abordamos lo que no funciona bien, podemos ayudar a crear un sector que proporcione puestos de trabajo de buena calidad y contribuya al desarrollo económico sostenible.
En lo que se refiere al suministro de productos, la industria de la moda y confección proporciona empleo a millones de trabajadores y trabajadoras en países como Bangladesh, India, Pakistán y Turquía, pero también en Portugal, Etiopía, Jordania, Lesoto y Sudáfrica, y muchos otros.
La mayor parte de la fuerza de trabajo de este sector son mujeres, lo que les da a las trabajadoras de sociedades tradicionales una autonomía e independencia que no tenían anteriormente. Pueden ganar su propio sueldo, mantener a sus familias y desarrollar una carrera profesional.
Este sector puede crecer fácilmente, lo que significa que un país, Etiopía por ejemplo, puede ingresar a este sector industrial con producción elemental y de un valor relativamente bajo. A medida de que el sector se desarrolla, puede adquirir maquinaria más sofisticada, el personal adquiere nuevas habilidades y el país comenzará a formar a sus propios diseñadores y conformar una industria de la moda y confección nacional, como ha sido el caso de Turquía. Esto produce crecimiento económico y desarrollo de las habilidades de la fuerza laboral local en todos los niveles, desde la fabricación hasta el diseño y la comercialización. Otros países, incluyendo Bangladesh, se encuentran justamente en esta trayectoria.
En cuanto a la demanda, la industria de la moda ofrece a personas de la clase trabajadora la oportunidad de verse y sentirse a gusto, adquiriendo ropa nueva y expresándose de manera creativa, además de tener oportunidades de hallar puestos de trabajo en el comercio minorista, en el área del diseño de productos de moda y en el marketing. Hace una o dos generaciones, solamente los ricos tenían la posibilidad de lucir bien, porque las prendas de vestir costaban mucho dinero. Por otro lado, la posibilidad de llevar prendas de vestir a la moda y más baratas contribuye a la cultura y a la dignidad humana.
Fábrica de ropa en Bangladesh
La parte del suministro
La parte del suministro incluye a los productores de los países que fabrican textiles y prendas de vestir, así como a los trabajadores/as de la producción y sus sindicatos, empleadores y asociaciones de empleadores y gobiernos nacionales.
Trabajadores/as y sus sindicatos
Los trabajadores/as que producen las telas, las cortan, y cosen la ropa, quieren trabajos sostenibles a largo plazo que proporcionen un salario digno confiable en condiciones seguras. Los trabajadores/as necesitan seguridad laboral e ingresos previsibles. También aspiran a aprender nuevas habilidades y tener la oportunidad de avanzar en sus carreras.
En algunos países, los sindicatos han podido unirse para negociar normas que se aplicaran a todo el sector: negociación colectiva sectorial. Sin embargo, en otros países los sindicatos son débiles y fragmentados, y, debido a la imposición de políticas antisindicales, los trabajadores/as frecuentemente no obtienen la representación que desean.
Empresarios y sus asociaciones
También son parte del suministro los empleadores, los propietarios de fábricas y las asociaciones de empleadores. Los empleadores compiten entre sí, pero también luchan a través de sus asociaciones por los intereses que tienen en común. Su motivo es obtener el mayor beneficio posible sin dejar de ser competitivos. Se presentan a concursos con el fin de obtener contratos para producir prendas de vestir para las principales marcas y tienen que competir en cuanto a costos, calidad de producción, plazos de entrega, proximidad a los mercados y muchos otros factores. Cuando, con fines de lucro, se centran en reducir los costos, los salarios de los trabajadores/as tienden a reducirse.
Las asociaciones de empleadores representan a la industria a nivel nacional. Intentan emparejar las condiciones para que los empleadores puedan hacer que la industria nacional sea competitiva con relación a otros países.
Gobiernos nacionales en países productores
Los gobiernos nacionales quieren mantener y desarrollar una industria centrada en la exportación que genere una cantidad confiable de divisas y mantenga un saldo comercial beneficioso. Esta política proporciona el capital necesario para una mayor industrialización, lo que conduce a un aumento de las exportaciones y del desarrollo económico. Otro motivo secundario es el de proporcionar empleo a los ciudadanos a la vez que aumenta la base impositiva. Los gobiernos nacionales compiten entre sí para atraer inversiones. Lo hacen ofreciendo un producto confiable en un entorno empresarial estable con la infraestructura necesaria. Sin embargo, se da con mucha frecuencia que obtengan su ventaja competitiva por poder recurrir a mano de obra barata, lo que puede resultar en un espiral descendente de competición a la baja.
Se debe respetar la libertad de asociación: IndustriALL está luchando para poner fin a la represión antisindical en este sector. A veces los gobiernos hacen la vista gorda cuando los empleadores se niegan a permitir que los trabajadores/as formen sindicatos, o bien tratan de disolver las organizaciones laborales y, en algunos casos, los gobiernos participan en esas acciones.
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La demanda
En cuanto a la demanda, impulsada por el consumo, figuran como importantes factores las marcas multinacionales, consumidores, gobiernos nacionales, trabajadores/as minoristas y sus sindicatos, y activistas políticos.
Marcas mundiales
El plazo de ejecución es muy corto: para mantener su nivel competitivo, las marcas deben vender un gran volumen de productos lo más rápido posible. Tienen que diseñar, hacer pedidos, comprar, comercializar y vender grandes cantidades de ropa, y tienen que hacerlo mejor que sus competidores si quieren sobrevivir. Es más barato pedir demasiado y destruir el excedente que encontrar que se le ha acabado una prenda muy solicitada.
El ciclo de la moda rápida se ha convertido en una trampa para el sector. El exceso de existencias devalúa la marca y el desperdicio no beneficia a nadie. A muchas marcas mundiales les gustaría cambiar el sistema actual, pero no pueden, porque sus competidores no lo hacen.
La mayor parte del valor agregado de las prendas de vestir proviene de ideas culturales abstractas, creadas a corto plazo a través del marketing y por vía del patrimonio a lo largo del tiempo. El valor tiene poco que ver con la calidad real de la ropa o el costo de producción. Las marcas tienen que conservar su identidad, imagen y reputación. Para algunas marcas, parte importante de esta identidad es tener fama de ser empresas "buenas".
Los consumidores
Los consumidores de los países occidentales, y la clase media occidentalizada de los países en vías de desarrollo, quisieran tener ropa de la mejor calidad al precio más bajo posible. También aspiran a contar con una entrega constante de ropa nueva, interesante y bien diseñada, como parte de un ciclo continuo de reinvención y renovación de la moda. En lo ideal, quisieran tener todo esto con la conciencia tranquila, sabiendo que no se ha lesionado nadie en el proceso de producción de su ropa. Sin embargo, son pocos los consumidores que están dispuestos a pagar mucho más, y la ropa que se ha producido de manera ética sigue siendo un segmento exclusivo del mercado.
Trabajadores/as minoristas y sus sindicatos
Los trabajadores/as del comercio minorista de la moda perciben salarios muy bajos. En muchos países, los sindicatos tienen que luchar para organizar y representar a los trabajadores/as. Sus sindicatos luchan contra los salarios bajos, la precariedad y la falta de seguridad laboral causada por la inestabilidad del ciclo comercial. La industria minorista de la moda experimenta consolidaciones, expansiones y contracciones rápidas y cambios de propiedad. Los trabajadores/as minoristas y sus sindicatos son un aliado importante para la fuerza de trabajo que labora en el área de producción, pero a diferencia de sectores como la automoción y la energía, carecen del poder social que se necesita para influir en la conducta de las marcas. Hay muy pocos comités de empresa en el sector. El consejo sindical global de Inditex es una excepción importante y juega un papel crucial en la regulación de las condiciones de trabajo en toda la cadena de suministro.
Activistas políticos
En los países occidentales, los activistas políticos han dedicado décadas de trabajo para poner en primer plano ante los consumidores el impacto ético y medioambiental de la industria de la moda. Esta campaña ha influido profundamente en los hábitos de los consumidores (la mayoría de la gente prefiere ropa que se haya producido de manera ética), pero ha impactado solamente de manera superficial en la producción, ya que a las marcas les resulta más fácil establecer su imagen a través de la publicidad que por vía de cambios en la industria.
Gobiernos nacionales y derecho internacional
Los gobiernos nacionales en los países donde hay demanda están respondiendo a la presión, cada vez mayor, de los consumidores que exigen mejor gobernanza de las cadenas de suministro mediante la aprobación de legislación nacional sobre la esclavitud y la responsabilidad por las cadenas de suministro. La legislación sobre la responsabilidad por la cadena de suministro se ha establecido recientemente, y han habido pocos casos para probar y crear nuevos precedentes, sin embargo los activistas creen que estas leyes van a constituir una herramienta importante.
No existe ningún sistema legal mundial que rija las cadenas de suministro, pero en algunos casos, acuerdos globales vinculantes - en particular el Acuerdo de Bangladesh - han logrado importantes cambios. Otro paso más en este sentido han sido las negociaciones para establecer un tratado vinculante de la ONU sobre empresas y derechos humanos.
Sindicatos mundiales
El trabajo de los sindicatos mundiales abarca tanto el segmento del suministro como el de la demanda y pueden unir a los participantes para mejorar la situación. Las campañas de solidaridad internacional organizadas por sindicatos mundiales han sido fundamentales para liberar a sindicalistas encarcelados, reintegrar a otros, etc.
Los trabajadores/as que laboran en el área de la producción son probablemente los que tienen menos poder que ninguno. Sin embargo, su poder aumenta drásticamente a medida que se sindicalizan, y especialmente cuando trabajan a nivel internacional a través de sindicatos mundiales como IndustriALL.
Además de las marcas internacionales, los actores más poderosos son los gobiernos nacionales en los países donde predomina la demanda. Pero no son todopoderosos, y, debido a los intereses competitivos de las marcas, ningún actor tiene el poder de cambiar la industria por sí solo.
Más allá de las campañas anteriores
No cabe duda que hay que arreglar el sistema. Para muchos activistas, la solución es hacer que las marcas asuman su responsabilidad, exigiendo cambios en sus políticas. Tomando en cuenta que las marcas son las que hacen los pedidos y fijan los precios, ¿no se podría obligarlas a hacer las cosas de otra manera?
Campañas de esta naturaleza han predominado desde los primeros días de la globalización de la moda, comenzando en los Estados Unidos en la década de 1980 con campañas de los consumidores, como No Sweat, contra las fábricas donde se explota la mano de obra. Si bien estas campañas han ayudado mucho a concientizar a los consumidores, no han logrado cambios significativos en este sector.
Estas campañas nos han llevado lejos, pero ahora tenemos que avanzar mucho más.
Al centrar nuestra atención en las marcas nos podemos distraer de la necesidad de lograr cambios más amplios. Además de la forma como actualmente se hacen las campañas, necesitamos contar con una visión a largo plazo y centrarnos en alcanzar un cambio sistémico.
Algunas marcas, como H&M de Suecia e Inditex de España, reconocen que es necesario cambiar las cosas, y están dispuestas a trabajar con los sindicatos para lograrlo. No hacen lo suficiente, pero hacen más que sus competidores. Pero cuanto más explícito sea su compromiso, más se convierten en blanco de las críticas.
Un ejemplo reciente es la protesta de una campaña de solidaridad con el pueblo uigur, que se llevó a cabo frente a ZARA en Oxford Street, Londres, por acusaciones de trabajo en condiciones de esclavitud en su cadena de suministro de algodón. Debido a que el problema es sistémico y ZARA no tiene posibilidades de resolverlo en la práctica, protestas como ésta desvían la indignación sin abordar los problemas de fondo.
No se debe suponer que las marcas puedan solucionar todo
Vamos a reflexionar sobre las razones por las cuales no conviene suponer que corresponde a las marcas resolver ellas mismas todos los problemas de la cadena de suministro.
Las marcas encargan a productores en países en vías de desarrollo prendas confeccionadas ya terminadas, a menudo empaquetadas y etiquetadas cuando salen de fábrica. Estas fábricas a su vez cuentan con proveedores, como plantas textiles que convierten el algodón en telas de diferente calidad y diseño. Las plantas textiles adquieren el algodón de intermediarios, quienes lo compran a los agricultores para luego almacenar el producto proveniente de diferentes fuentes.
Imagínese una marca que se compromete a garantizar que no haya mano de obra esclava en el suministro de algodón, que no se apliquen políticas antisindicales en las fábricas proveedoras, que los trabajadores/as reciban un salario digno y que la fábrica sea segura. Además del hecho de que estos compromisos son costosos y pueden hacer que la marca no sea competitiva, la marca tendría que contratar todo un ejército de vigilantes del cumplimiento de las normas, un cuerpo policial de la marca, que tendría que viajar a los países productores para inspeccionar las fábricas y garantizar cumplimiento. Treinta años de auditoría han demostrado que no es factible un sistema de esta naturaleza.
Además, el asignar a las marcas la tarea de supervisión es políticamente problemático, porque resta autonomía a los sindicatos y activistas en cuanto a vigilar por el cumplimiento en los países proveedores. El objetivo de los sindicatos mundiales es empoderar a los sindicatos en el lugar de los hechos. Se debe respetar los derechos de los trabajadores/as en la parte inferior de la cadena de suministro. La tarea de las inspecciones de fábrica no debe depender de una marca occidental que visite Bangladesh: la inspección debería ser realizada por el gobierno de Bangladesh. Agentes policiales contratados por la marca no deberían ser quienes determinan las condiciones de trabajo, ya que corresponde a los sindicatos exigir esas condiciones en las negociaciones colectivas.
Una marca puede comprometerse a pagar un salario digno. Pero las marcas no tienen la responsabilidad de pagar a los trabajadores/as: corresponde a los propietarios de las fábricas. Si una marca tuviera en cuenta el pago de un salario digno, pero el propietario de la fábrica no lo cumple, se suele acusar a la marca de hipocresía.
¿Cuál es el mejor modelo?
En cualquier sector, la mejor manera de lograr un equilibrio entre los distintos intereses en juego a nivel nacional es la negociación colectiva tripartita sectorial; que la asociación de empleadores, los sindicatos y el gobierno realicen negociaciones colectivas para establecer acuerdos jurídicamente vinculantes que abarquen todo el sector. Que en lugar de negociar fábrica por fábrica, todos los sindicatos negocien con los representantes de todas las fábricas, como se ha hecho en Sudáfrica, por ejemplo.
Es evidente que esta posibilidad beneficiaría a los trabajadores/as porque podría mejorar las condiciones de trabajo, ofreciendo también beneficios para el sector: al eliminar la competencia sobre salarios y condiciones de trabajo, mejoraría la calidad de la industria porque de esa manera los productores marginales se verían obligados a desaparecer. Recompensa a quienes invierten más en productividad, en maquinaria y en formación, y que asumen compromisos a largo plazo.
Este modelo debe extenderse a todos los países productores y se debe abordar la cuestión de competencia salarial entre países.
Las marcas globales deben comprometerse a que, si un país introdujera negociación colectiva, dando por resultado un aumento salarial, la marca no trasladará la producción a otro país para ahorrar dinero. Si un número importante de marcas aceptara hacer que los salarios sean un costo fijo, eliminando los salarios como un factor en juego, entonces la licitación competitiva se basaría en la calidad, la velocidad de producción, el plazo de ejecución, y la proximidad a los mercados.
IndustriALL ha firmado declaraciones conjuntas con Inditex y la marca alemana Tchibo para apoyar la recuperación económica y social del sector mundial de la confección durante y después de la crisis de Covid-19.
Este es el modelo que IndustriALL promueve a través de la iniciativa ACT. Para que el modelo funcione, es necesario contar con gran apoyo. Si la mitad de las marcas apoya la negociación colectiva sectorial, pero la otra mitad no lo hace, resulta difícil avanzar. En Camboya, por ejemplo, Adidas compra gran parte de su ropa y no le importa cómo se produce.
Las fábricas que producen para las marcas ACT en Myanmar han acordado Directrices sobre la Libertad de Asociación de Myanmar, con el objetivo de procurar relaciones constructivas entre los empleadores y la fuerza de trabajo. Hay negociaciones en curso sobre directrices en Camboya y Turquía.
H&M también se abastece de productos de Camboya, y ha acogido con agrado las negociaciones colectivas, trabajando activamente para que así se establezcan reglas de juego equitativas. El poder relativo de las empresas se debilita cuando sus planteamientos se oponen uno al otro, situación que inhibe la posibilidad de conseguir negociación colectiva nacional. En este contexto, protestar contra H&M no hace avanzar la situación. Simplemente desvía la atención de Adidas. En lugar de protestar frente a una tienda insignia de H&M o ZARA, se debe centrar la atención de manera más sofisticada y selectiva. Necesitamos identificar las marcas que están socavando el proceso, aprovechando la situación para obtener beneficios propios: una vez identificadas, debemos dirigir las campañas contra esas empresas.
Habría que apuntar que esta lista incluye marcas mundiales como Adidas, Nike, Amazon, Levi's y Uniqlo.
Una nueva forma de hacer campañas
IndustriALL tiene una estrategia multifacética para cambiar el sector, basada en nuestros objetivos estratégicos. Defendemos los derechos de los trabajadores/as, haciendo campaña contra las violaciones de los derechos cuando ocurren.
Desarrollamos sindicatos fuertes, promoviendo la cooperación, creando redes a nivel de las empresas y formando comités nacionales para unificar los sindicatos cuando se enfrentan a los empleadores. El ejemplo más avanzado de esta práctica se puede ver en H&M e Inditex, con los Comités Nacionales de Seguimiento, y el consejo sindical mundial de Inditex.
Luchamos contra el trabajo precario, realizando campañas por la seguridad laboral y salarial en el sector. Como queremos que se desarrollen políticas industriales sostenibles en los países productores, defendemos enérgicamente este sector y queremos que tenga éxito y que continúe ofreciendo puestos de trabajo de buena calidad.
Nos enfrentamos al capital global, haciendo campaña contra las marcas que violan los derechos de los trabajadores y trabajadoras. Pero nuestro objetivo es también lograr un cambio sistémico: en primer lugar, firmamos acuerdos marco globales(AMG), garantizando normas en las cadenas de suministro y estableciendo mecanismos para la resolución de conflictos. Pero también, más allá de los AMG con empresas individuales, apoyamos acuerdos globales vinculantes para regular el sector. Promovemos políticas industriales sostenibles como el Llamado a la acción de la OIT, exigiendo sistemas sostenibles de protección social para que la industria de la confección sea más justa y resistente.
Se está desarrollando la legislación sobre las cadenas de suministro, comenzando a cambiar la situación. A medida que estas leyes predominen y comiencen a sentar precedentes, exigirán cada vez más a las empresas asumir la responsabilidad por sus cadenas de suministro. Una forma de lograrlo es apoyar la negociación colectiva y la sindicalización a nivel sectorial. De esta manera se quita la responsabilidad de los vigilantes de cumplimiento, devolviéndola a procesos sólidos y comités de vigilancia a nivel nacional.
La forma más eficaz de abordar los problemas de este sector es cambiar las relaciones de poder entre los actores. Como nadie renuncia al poder voluntariamente, la mejor manera de hacerlo es creando estructuras que equilibren tanto el beneficio mutuo como las obligaciones.
Debido a su complejidad, ningún actor individual puede cambiar el sistema. El cambio sistémico necesita una amplia coalición: una masa crítica de actores que apoyen el objetivo de lograr un sector sostenible. Cuando los intereses coincidan, podremos cambiar las cosas en un sentido determinado. Este equilibrio es precario; se necesita realizar campañas bien enfocadas para hacer que las cosas avancen en el sentido correcto.
Debemos dirigir nuestras campañas a aquellas marcas que socavan este proceso.
Si conseguimos que los actores correspondientes trabajen en conjunto, podemos actuar para lograr un sector textil y de la confección que sea vigoroso y saludable, que emplee a miles de trabajadores y trabajadoras en buenos puestos de trabajo, produciendo ropa de alta calidad que a la gente le guste comprar y usar.