23 abril, 2013Los importantes beneficios obtenidos en igualdad entre mujeres y hombres están en peligro a causa de la crisis, sobre todo en su epicentro en Europa, y los posteriores recortes en los servicios sociales están erosionando también la igualdad de oportunidades de las mujeres.
Estos temores fueron objeto de un amplio debate en el Comité de Mujeres de la Confederación Sindical Internacional (CSI) los días 16 y 17 de abril, donde Stephanie Seguino, de la Universidad de Vermont y la Escuela de Estudios Orientales y Africanos en la Universidad de Londres, hicieron una presentación titulada The Unholy Trinity: Crisis, Austerity and Gender Inequality. (La nada santísima Trinidad: crisis, austeridad y desigualdad de género).
La idea es que la crisis se basa en el aumento de la desigualdad, que era la situación antes de que estallara la verdadera crisis. La disparidad entre trabajadores y capitalistas no deja de ampliarse. Los salarios reales disminuyen, y la productividad aumenta, lo que significa más beneficios para los empleadores. La disparidad entre salarios de hombres y mujeres se estaba reduciendo, pero eso sólo se debía a la disminución de los salarios de los hombres. Hay una armonización a la baja de los puestos de trabajo. Los empleos de los hombres se parecen cada vez más a los de las mujeres, es decir, sin estabilidad ni beneficios.
Los padres solteros y las minorías étnicas son los grupos que sintieron en primer lugar la crisis con los mayores déficit económicos: ocupaban los empleos peor remunerados, disponían de pocos ahorros y bienes, eran los que tenían menos probabilidades de compensación por desempleo, estaban excluidos del crédito y luego demasiado incluidos en préstamos abusivos. Los efectos de la primera ronda de la crisis en general fueron una gran destrucción de puestos de trabajo, agotamiento del crédito, caída de ingresos fiscales y aumento del gasto público. Sin embargo, el empleo se distribuía mal, y las madres solteras y las minorías étnicas eran las que más probablemente se quedaban sin trabajo. Surgió un nuevo término, la discriminación en la responsabilidad familiar, que describe cómo los empleadores son reacios a contratar a padres solteros.
La segunda ronda de la crisis se caracterizó por una desaceleración de la hemorragia de empleos, un agotamiento de los ahorros, los bienes y las reservas, elevadas tasas de personas desempleadas y sin vivienda, un incremento de las quiebras y mala calificación crediticia. Todo ello significa que es necesario producir más servicios en el hogar, con un aumento del trabajo de cuidados no remunerado. La deuda pública y los déficit siguen subiendo.
La tercera ronde la crisis es ahora la austeridad, el intento de atacarse a las deudas y los déficit. La austeridad conduce al desempleo, sobre todo porque la clase media es demasiado débil para soportar el gasto de consumo, que ha sido siempre la columna vertebral de la economía. La renta y los ingresos fiscales siguen disminuyendo, y la deuda como porcentaje del PIB crece. Sin embargo, los efectos de la austeridad sobre el desempleo hay que considerarlos en forma distinta. Son los más bajos para los hombres blancos, luego para las mujeres blancas, después para los hombres negros, y las más afectadas son las mujeres negras.
La austeridad repercute también en los roles de género. Cuando se pierde el empleo, se espera que las mujeres hallen la manera de ahorrar, cuidando de las familias y proporcionándoles más cuidados. Las cargas de las mujeres en los cuidados aumentan a medida que se recorta el gasto social. Las mujeres se oponen a la presión para contribuir a los ingresos familiares trabajando en empleos remunerados. Los hombres pierden su identidad como sostén de la familia, y la violencia doméstica se intensifica. Los hombres abandonan con frecuencia el hogar. Los costos de la violencia doméstica son enormes.
La austeridad tiene efectos de larga duración sobre las infraestructuras sociales y la economía. La sostenibilidad de políticas depende de la infraestructura social. El error consiste en que se muestra demasiado interés en los mercados y ninguno en el sector asistencial. La excesiva atención a los mercados financieros impulsa la fijación de la austeridad. Tenemos que revertir los prejuicios de género, raciales y étnicos en la adopción de decisiones. La alternativa es invertir en infraestructura, en educación, cuidado de niños, atención de salud, formación, ayuda alimentaria y para la vivienda, carreteras, transporte, la economía verde. Estas inversiones se amortizan con creces porque aumentan la productividad, los ingresos y, en definitiva, los ingresos fiscales.