21 septiembre, 2012El ministro de Industria de Canadá, Christian Paradis, anunció la importante noticia el 14 de septiembre de que Canadá no trataría ya de impedir la inclusión del crisotilo como sustancia peligrosa en virtud del Convenio de Rotterdam, lo que puede marcar un giro en los esfuerzos internacionales para prohibir el asbesto.
Durante muchos años, Canadá ha ofrecido la dirección “científica” y política a otros países exportadores de asbesto. A través del ya desaparecido Instituto del Asbesto (después Instituto del Crisotilo) Canadá era el principal productor de “estudios” pseudocientíficos con los que se pretendía probar la seguridad del asbesto. Canadá encabezó frecuentemente los esfuerzos para impedir la prohibición, e incluso la regulación efectiva, del asbesto a nivel internacional.
La decisión de Canadá se ha debido a las nuevas realidades políticas. El nuevo gobierno de Quebec ha indicado que preferiría gastar el dinero en planes de diversificación industrial para las comunidades que dependían anteriormente del asbesto, con un programa de transición justo para los antiguos mineros, que tratar de apuntalar una industria moribunda con préstamos y subvenciones. En vista de la realidad, el gobierno federal no tiene más remedio que dejar de apoyar también a la industria.
Los no canadienses pueden preguntarse por qué esta mortífera industria ha tenido tanta influencia; pero en Canadá el asbesto no es una industria cualquiera, es un icono. Forma parte de la historia cultural y de la mitología del movimiento sindical, de la provincia de Quebec y de Canadá. Pocos líderes sindicales se han atrevido a criticar a la industria en la que nació el moderno movimiento obrero de Quebec. Todavía se recuerda la violenta huelga de 1949 en Asbestos, Quebec, como símbolo de las luchas de trabajadores francófonos contra jefes anglófonos ausentes, y por lo tanto uno de los primeros momentos críticos en la “Revolución tranquila” de Quebec. Fue una de las primeras huelgas en Canadá en la que las preocupaciones por la salud y la seguridad desempeñaron un papel clave. Durante esa huelga, muchos líderes canadienses futuros forjaron sus ideas y actitudes sociales, entre ellos un joven reportero que cubría la huelga llamado Pierre Elliott Trudeau, luego uno de los más famosos primeros ministros de Canadá.
Pero todo cambia con el tiempo. La tarea de Canadá es hacer honor a la historia de esos heroicos mineros del amianto sin defender la mortífera industria del asbesto. La mayoría de los canadienses, incluidos los quebequenses, entienden que el asbesto mata. La semana pasada, los políticos hicieron finalmente lo que sus votantes ya sabían que debía hacerse.