6 diciembre, 2019El sexto día de la COP25, Brian Kohler, director de sostenibilidad de IndustriALL, sigue informando sobre la conferencia.
El viernes se organizó una marcha de protesta en Madrid para exigir acciones por el clima. Los sindicatos participaron en ella de forma activa. Los organizadores, Ecologistas en Acción, afirman que asistieron más de 500.000 personas. Greta Thunberg, la activista adolescente por el clima que impulsó el movimiento Fridays For Future (“Viernes para el futuro”), declaró lo siguiente en la marcha:
“el cambio no vendrá de las personas en el poder, vendrá de las masas”.
La voz de la juventud ha sido muchas veces la más poderosa en estas negociaciones y ahora, más que nunca, es evidente que el movimiento mundial de activistas jóvenes no será acallado.
La marcha por el clima en Madrid fue encabezada por pueblos indígenas de América Latina para señalar la vergüenza de que Chile se haya echado atrás, a último momento, en su promesa de organizar las negociaciones —así como que haya culpado a sus ciudadanos en lugar de a las acciones de su gobierno—.
Aparentemente, los debates principales de los Órganos Subsidiarios han alcanzado acuerdos sobre transferencia tecnológica, investigación y observación, pero se sigue debatiendo acerca de diversos asuntos: plazos comunes, agricultura, transparencia y, por supuesto, el intercambio de emisiones. Algunos de estos quedarán en manos de los delegados a nivel ministerial, quienes llegarán en su mayoría este fin de semana.
Parece haber un problema a la hora de llegar a un acuerdo sobre el tema aparentemente banal de los plazos comunes para las Contribuciones determinadas a nivel nacional. Pensaba que esto se había resuelto en París, hace cinco años. Tengo la sospecha de que todo este debate se está llevando a cabo de forma maliciosa y de mala fe, prolongado por países que quieren posponer las acciones.
Mientras tanto, un tifón está causando estragos activamente en Filipinas. Los tifones y los huracanes son “motores térmicos”: obtienen su energía del agua tibia del océano. Cuanto más caliente el agua, más energía pueden adquirir. El calentamiento de los océanos a causa del cambio climático hace que los fenómenos meteorológicos extremos sean cada vez más frecuentes y más destructivos.
También se suponía que esta COP que sería la COP que se centraría más en los océanos y el hielo polar. Además de que la fauna y los pueblos indígenas ya están sintiendo sus impactos, estas regiones pueden ser la clave para entender si estamos en riesgo de llegar a un peligroso “punto crítico” climático, del que no podremos volver fácilmente.
Un punto crítico es un cambio que nos podría llevar de forma repentina a una realidad climática completamente distinta. Piense en un huevo en un bol. Si inclino el bol ligeramente, el huevo rodará hacia un lado, pero si vuelvo a enderezarlo el huevo volverá al fondo. No obstante, si lo inclino demasiado, el huevo saldrá rodando y se estrellará contra el piso. Ahora, si vuelvo a enderezar el bol, el huevo no volverá mágicamente ni se reconstituirá a sí mismo. Ha pasado a otro estado completamente diferente, del que no puede volver.
Los científicos tienen fuertes sospechas de que existen puntos críticos climáticos cuyos riesgos no estamos teniendo en cuenta. Un ejemplo (entre varios que se están estudiando) es el metano congelado como hidratos de metano en el permafrost o en el fondo de los océanos polares. Si el clima se calienta lo suficiente para liberar súbitamente grandes cantidades de metano a la atmósfera en un corto período de tiempo, esto desataría un punto crítico devastador.
No obstante, los puntos críticos climáticos no son el único motivo de preocupación.
Los sindicatos creen que también existen puntos críticos sociales. El enojo provocado por la desigualdad, la injusticia, las violaciones de los derechos humanos y la destrucción del trabajo decente y la calidad de vida —así como la destrucción del medioambiente tal como la perciben los individuos— también puede alcanzar un punto crítico. El descontento público masivo puede socavar el apoyo público a las acciones por el clima, o bien, según las circunstancias, endurecer la demanda de estas. Los líderes políticos deben ser prudentes.
Hoy, el grupo Sindicatos por la Democracia Energética (TUED, por sus siglas en inglés) realizó un evento paralelo, del cual solo pude asistir a una parte. IndustriALL comparte las preocupaciones de TUED con respecto a que el sistema actual está dañado y que aún no ha logrado los cambios sistémicos necesarios. Sin embargo, el sistema energético está cambiando, y durante los próximos años se transformará radicalmente. Ya sea bajo la propiedad pública o no, se debe garantizar una Transición Justa para los trabajadores, sus familias, las comunidades y las culturas a las que pertenecen.
He escrito algunas veces acerca de los escabrosos debates con respecto al Artículo 6, que implica los mercados de carbono. El grupo de presión más poderoso relacionado a este tema es la Asociación Internacional de Comercio de Emisiones (AICE), cuyos miembros incluyen bancos y sociedades de inversión, empresas energéticas e industriales, entre otros. Shell es una de las organizaciones principales dentro de la AICE. Aunque un reglamento sobre el intercambio de emisiones podría traer claros beneficios para el medioambiente, es obvio que las empresas como Shell también obtendrían grandes ventajas, pudiendo emplear los intercambios de emisiones para compensar sus actividades habituales. Si se hace correctamente, con un reglamento que haga cumplir el respeto por los derechos humanos y disminuya las emisiones rápidamente, esto no sería algo necesariamente malo, pero podría ser muy perjudicial si las reglas no se redactan con cuidado.
Los debates financieros continúan —creo que he escrito esta frase en casi todas las entradas de blog para casi todas las COP a las que he asistido—. Las cifras que están en discusión, aunque definitivamente son grandes, son triviales en comparación con el presupuesto militar anual o los rescates recibidos por el sector financiero en 2009, para poner dos ejemplos. Repito, toda resistencia de parte de los países desarrollados para financiar completamente la adaptación, las pérdidas y los daños —siguiendo el principio de las responsabilidades comunes pero diferenciadas— es una cuestión de prioridades y de voluntad política, y no de capacidad.