20 mayo, 2019Un mundo en crisis necesita una vía para alcanzar un futuro mejor. Los sindicatos pueden ofrecer esa vía.
Las mujeres se colocan en línea, tomándose del brazo, frente a las puertas de una fábrica en una zona industrial en las afueras de Estambul. Son personas mayores y jóvenes, con vestidos modernos o prendas tradicionales, unidas en ese momento de acción. Un sistema móvil de audio con un amplificador que funciona con pilas comienza a reproducir una canción folklórica turca.
“¡La resistencia es bella!”, grita la joven a la cabeza de la fila, y comienza la danza, moviéndose hacia atrás y hacia adelante, y girando. Después de haber sido despedidas por afiliarse a un sindicato, las trabajadoras de la fábrica Flormar de Yves Rocher bailaron así diariamente, durante casi 300 días, en pleno sol y en la nieve, transmitiéndolo en vivo por Facebook, y difundiéndolo en Twitter e Instagram. Y debido a las redes de solidaridad mundial, sus voces se oyeron en la comunidad local, en el parlamento turco, en la casa matriz de la empresa, en la OIT y en puntos de venta minoristas en Francia, Alemania, Suiza y Estados Unidos.
Con el apoyo de sindicatos en Francia, han llevado su piquete a la casa matriz de Yves Rocher en París. Así es la solidaridad sindical 4.0, que se hizo posible debido a la acción de sindicatos mundiales, difundida por las redes sociales, que une a sindicatos y consumidores de todo el mundo en contra de una multinacional expoliadora. El piquete ha llegado a tu teléfono inteligente, tableta o computadora, y se puede responder en tiempo real.
Ante este decidido empeño, la empresa opta por llegar a un acuerdo. De todas partes del mundo han llegado muchas donaciones al fondo de la huelga, y la presión mundial cada vez mayor amenaza con dañar la imagen de la marca. Es un momento emotivo cuando las trabajadoras en huelga firman el acuerdo, aceptando un conjunto de medidas que incluye el pago del salario de 16 meses.
Los que no tienen voz y los marginados han encontrado su fuerza colectiva, logrando resistir con éxito el ataque de una enorme corporación. El sindicato recupera su fuerza y vuelve al trabajo de organización sindical. Es simplemente un día más en la primera línea de la batalla mundial entre el capital y los trabajadores/as.
Hay muchas historias como ésta: ciudadanos comunes y corrientes que se unen en solidaridad, encontrando fuerza al unirse unos a otros. Una victoria como ésta nos fortalece, nos da esperanza y nos enseña cómo realizar campañas exitosas.
Lamentablemente, hay más historias todavía que no tienen un final feliz. Historias donde la empresa viola los derechos con impunidad, despide a los sindicalistas, y a costa de la vida de los trabajadores/as no cumple con los requisitos de salud y seguridad. Plantas que cierran simplemente porque hay especuladores que buscan beneficios rápidos.
Como en el caso de los tres mil trabajadores y trabajadoras de la mina Grasberg en Indonesia que perdieron sus empleos cuando llegaron a ser un objeto de juego político entre la empresa y el gobierno. A pesar de una campaña internacional, no se logró cambiar la situación. Y hay muchos otros que desconocemos porque ningún sindicato les representaba para que por lo menos fueran oídos.
Se acumulan muchas crisis a la vez
Incluso cuando ganamos, la mayoría de nuestras victorias son defensivas. A veces luchamos con éxito contra un asalto a nuestros términos y condiciones de trabajo, pero no estamos ganando mucho terreno nuevo. Los trabajadores/as están a la defensiva. Los puestos de trabajo son cada vez más precarios. Son menos los trabajadores/as con buenas pensiones de jubilación. La desigualdad es cada vez mayor. Todos los años, aumenta el porcentaje de riqueza acumulada por un pequeñísimo grupo de multimillonarios, en tanto se reduce la parte que queda para nosotros, los demás. La distribución de poder entre el capital y la fuerza de trabajo ha favorecido fuertemente al capital.
La crisis que enfrentan los trabajadores/as forma parte de una crisis política mayor. El terreno centrista se derrumba y el mundo se está polarizando. En lugar de trabajar juntos por una prosperidad compartida, estamos compitiendo en un juego donde no gana nadie. Se está socavando a las instituciones que promueven el consenso mundial, desde la ONU y la OIT hasta la UE y los sindicatos mundiales.
Cuando cayó la Unión Soviética en 1989, por primera vez en la historia el mundo se unió bajo un solo sistema económico. El mundo se distanció de cualquier intento por parte del estado de regular o controlar la economía. Los mercados habían ganado, quedando como campeones. Para muchos, fue un momento de gran esperanza, de creer en un futuro de prosperidad compartida y fin de los conflictos, el fin de la historia. Así fue hasta que la historia se reafirmó con ganas cuando se derrumbó el sistema financiero mundial.
El colapso de la economía mundial, junto a todas las viejas convicciones, se produjo en 2008. Se rescató a los bancos y se protegió a los inversionistas, a expensas de los trabajadores/as, que ahora han soportado una década de austeridad que ha desgarrado el tejido de la sociedad. Una nueva generación de capitalismo perjudicial y parasitario genera dinero en base al caos en lugar de la actividad productiva.
Al salvar el sistema económico global, corremos el riesgo de destruir el futuro. A medida que los países en vías de desarrollo se incorporan a la economía global a velocidad vertiginosa, la gente que vive en el occidente industrializado, por primera vez, prevé que sus hijos van a estar en peor situación que ellos. La época del progreso ha finalizado y el orden global se está derrumbando. A medida que el centro político se va descontrolando, la situación se desmorona y las corporaciones y los populistas de derecha llenan la brecha.
Estamos viviendo una acumulación de diferentes crisis, interconectadas y que se promueven unas a otras: cambio climático, se carcome la democracia, agotadoras guerras que se hacen en nombre de otros, refugiados, noticias falsas, teorías de conspiración, puestos de trabajo que se reducen a labor a destajo antes de desaparecer debido a la automatización.
Nos quedan 12 años para reducir drásticamente nuestras emisiones de carbono si queremos conservar alguna calidad de vida en el planeta. Los océanos se han contaminado por productos plásticos que han penetrado en nuestra cadena alimenticia, y el cambio climático está causando estragos: inundaciones, olas de calor y otros fenómenos meteorológicos extremos están costando vidas y miles de millones de dólares. Quienes realizan manifestaciones por el clima quedan detenidos por haber paralizado las ciudades, pero la respuesta política sigue siendo inadecuada y el hombre más poderoso del mundo se niega a aceptar las conclusiones científicas sobre el clima.
Se está socavando la democracia, las sociedades se polarizan y el fascismo está en marcha nuevamente. A medida que los países soberanos van perdiendo poder, aumentan las llamadas al nacionalismo. Las mayores empresas multinacionales del mundo tienen presupuestos anuales muy superiores a los de muchos países. Los gobiernos nacionales tienen cada vez menos poder para influir en su conducta, y se reducen a un concurso de belleza, en una competición a la baja para proporcionar los peores salarios y la tasa impositiva más favorable para la mejor infraestructura.
El conflicto se desata en todo el mundo, alimentado por presupuestos militares cada vez mayores, haciendo que el desarrollo de armas sea prácticamente la única industria que sigue en auge. La democracia se está derrumbando bajo el peso del populismo habilitado por los medios sociales, y la verdad se pierde en el mar de conjuras. Las normas laborales se debilitan a medida que el trabajo se vuelve precario, antes de desaparecer por completo.
La política de la desesperación
A consecuencia del surgimiento de nuevos medios de comunicación, estamos expuestos a más noticias que nunca, de manera directa e inmediata: sentimos que estamos presentes a medida que se desarrolla cada evento. A consecuencia de esto, nos sentimos abrumados e impotentes. Es difícil obtener una evaluación mesurada del mundo: vivimos en un estado de crisis constante. En lugar de culpar a las corporaciones y a un sistema económico global que da prioridad, no a las personas, sino al aumento del capital, los populistas de derecha echan la culpa a los inmigrantes y a los extranjeros. La gente de la clase trabajadora se siente alienada de las élites distantes, pero es la derecha que habla en su nombre.
Los gobiernos populistas de derecha, en los EE. UU., el Reino Unido, Israel, Brasil, Hungría, Turquía, India y otros países, se están distanciando de las alianzas globales y miran hacia adentro: “Que América vuelva a ser grande”, “Recupere nuestro país”, “Brasil por encima de todo”, “Dios por encima de todos”. A medida que el desarrollo global va desgastando las identidades locales, la identidad se reafirma de una manera sumamente reaccionaria.
El movimiento sindical todavía tiene que enfrentar la realidad del futuro del trabajo. Cuando se crearon los primeros sindicatos, los trabajadores/as se encontraban juntos en las fábricas y realizábamos la labor de sindicalización en las puertas de las fábricas. Sin embargo, a medida que las cadenas de suministro se han ido alargando, se ha subcontratado el trabajo y se ha hecho precario, y los sindicatos representan una base cada vez más reducida de trabajadores/as permanentes.
El capitalismo es global, pero nuestras respuestas son todavía nacionales. Se alienta a los trabajadores/as a desconfiar unos de otros, confiando en su propia administración y los políticos de su país más que en los sindicatos de otros países. Sin embargo, si bien el diagnóstico es complicado, el remedio es sencillo: debemos reafirmar el derecho humano a la dignidad en el trabajo. Necesitamos contar con nuevas formas de organización sindical y un nuevo internacionalismo. El movimiento sindical mundial es lo único que tenemos, la única manera de contrarrestar el capital global.
Una política de esperanza: el camino sindical hacia un mundo más justo
¿Qué pasó con “otro mundo es posible”? En las condiciones actuales, donde se centra la atención en la crisis, la gente no oye las buenas noticias, las iniciativas pequeñas y poco dramáticas que tomamos para mejorar el mundo. Cada vez que firmamos un acuerdo marco global, logramos que una empresa se comprometa a mejorar su conducta, estableciendo relaciones laborales a nivel internacional.
Hemos asentado raíces firmes, estamos en todas partes. Los sindicatos son las organizaciones democráticas más grandes del mundo. Nuestros miembros extraen los minerales y el hierro, producen el acero, crean los componentes, ensamblan los coches y los barcos, los teléfonos móviles y las lavadoras. Luego los desarman y los reciclan.
A lo largo de la cadena de valor, los sindicalistas construyen y mantienen el mundo. IndustriALL representa a 55 millones de trabajadores y trabajadoras, y los otros sindicatos mundiales a muchos millones más. La CSI representa a 207 millones de personas. ¿Qué otras organizaciones mundiales tienen este alcance, y hacen tanto con tan poco?
A diferencia de las ONG o grupos de consumidores, los sindicatos tienen un mandato y legitimidad democrática. A diferencia de las organizaciones benéficas y los grupos de presión que tratan de resolver problemas desde afuera, los sindicatos dan a la gente un sentido de poder y unidad para resolver sus propios problemas.
Y a diferencia de los partidos políticos, los sindicatos unen a los trabajadores y trabajadoras, independientemente de sus opiniones políticas, género, raza, religión o nacionalidad. Sea Ud. quien sea, sea cual sea su identidad, si trabaja para ganarse la vida, le une un interés económico en común. Esto produce políticas incluyentes arraigadas en la experiencia más que en la ideología: los sindicatos nos dan la oportunidad de participar en la economía de forma masiva y democrática.
A medida que aumenta la inestabilidad global, mucha gente tiene una sensación de impotencia. Los sindicatos pueden ofrecer esperanza y un camino realista hacia un futuro mejor. Para esto hay que establecer alianzas con grupos de consumidores y movimientos sociales, dirigiéndonos a los temas que son importantes para ellos, en lugar de ser percibidos como defensores de asuntos de limitado interés. Debemos participar en el movimiento en favor del medioambiente, en el feminismo, en todos los temas donde las personas se unen en torno a una visión de un mundo mejor. Debemos demostrar que somos parte del futuro, no sólo del pasado.
Sin embargo, nuestra fuerza depende de nuestra unidad. Las estrategias nacionales no bastan para vencer a las empresas multinacionales, y no podemos confiar en que los gobiernos nacionales nos vayan a proteger. Nos necesitamos mutuamente. Y podemos enfrentarnos a las multinacionales cuando organizamos a sus trabajadores y trabajadoras en todo el mundo, especialmente cuando también representamos a sus cadenas de suministro.
Organizar a lo largo de las cadenas de suministro
El capitalismo global diseminado por el mundo tiene cadenas de suministro largas y complejas que externalizan la explotación. Los componentes se fabrican en todo el mundo, utilizando procesos de adquisición justo a tiempo y se envían para el ensamblaje en otra parte. Cuanto más abajo en la cadena de suministro, más bajas son las normas y más bajo el nivel de sindicalización. Una maquinaria avanzada ensamblada en Europa por trabajadores/as con buenos salarios y con sólida representación sindical contiene materia prima extraída de la tierra por trabajadores/as que laboran en pésimas condiciones y componentes fabricados por trabajadores/as precarios con bajos salarios en países represivos.
El capital siempre tiene interés en invertir en aquellos países donde los sueldos son bajos y las normas laborales deficientes, porque la producción es más barata y las ganancias son mayores. A los sindicatos de los países desarrollados les conviene preocuparse por esto. En aquellos países en vías de desarrollo donde los sindicatos son fuertes, a las empresas les resulta más difícil trasladar sus capitales a otro país donde puedan más fácilmente socavar las normas laborales. La movilización sindical enfocada sólo en la parte superior de la cadena de suministro no constituye solidaridad. Necesitamos representar a todos los trabajadores/as de la cadena de suministro.
Modelo de solidaridad
El desarrollo sindical es cíclico. Los países que primero experimentaron la revolución industrial desarrollaron los primeros sindicatos y lucharon por las normas laborales que ahora damos por sentado. Esas normas se incorporaron en la legislación nacional y en los convenios de la OIT y otras normativas mundiales. Aunque ahora están bajo ataque, debido a las victorias sindicales del pasado, los trabajadores/as de las democracias avanzadas experimentan actualmente condiciones relativamente buenas en el trabajo.
La producción se ha desplazado a los países en vías de desarrollo. Muchos de ellos se están industrializando por primera vez, creando una nueva fuerza de trabajo constituida por personas que hasta hace poco fueron agricultores de subsistencia. Estos trabajadores/as son explotados de la misma manera que la fuerza de trabajo del occidente en el momento de la revolución industrial, y en su campaña de resistencia crean sindicatos donde antes no existía ninguno.
Pero no tienen que empezar desde el principio. Han aprendido de la experiencia del pasado. Los sindicatos en los países avanzados tienen recursos y conocimientos especializados, y es una inversión importante gastar dinero en el desarrollo sindical. Al mismo tiempo, los sindicatos en los países en vías desarrollo necesitan crear estructuras sostenibles. Para ser realmente independientes, los sindicatos deben ser financiados a través de las cuotas recaudadas de sus miembros.
Defender y reconstruir las instituciones
Después de presenciar el horror inútil y destructivo de un mundo desgarrado por la competencia y la guerra, se crearon instituciones internacionales para desarrollar la paz y el diálogo. Estas incluyen organizaciones oficiales como la ONU y la OIT, organizaciones no gubernamentales como la Cruz Roja y muchos miles más, incluyendo sindicatos mundiales como IndustriALL.
Pero estamos bajo ataque. Hay una tendencia mundial contra el desarrollo de relaciones laborales positivas: desde 2012, el grupo de empleadores de la OIT ha tratado de socavar el derecho de huelga, y en todo el mundo, en cientos de formas diferentes todos los días, los empleadores están socavando los avances laborales que se han logrado a lo largo de todo un siglo. La fuerza de trabajo, especialmente los jóvenes y las mujeres, son los más afectados.
Necesitamos organizaciones fuertes y democráticas para contrarrestar el poder de las corporaciones multinacionales. Las instituciones representativas traducen el activismo de los trabajadores/as en poder estructurado. Durante la mayor parte del siglo XX, dependíamos de los gobiernos nacionales para gestionar las relaciones de empleo a través de legislación sobre los derechos y responsabilidades de los trabajadores/as. La ley era un arma importante en el arsenal sindical. En el siglo XXI, necesitamos un sistema legal mundial. Debido a la globalización del capital, los países compiten entre sí, y solo normas laborales globalizadas pueden garantizar que los trabajadores/as de todo el mundo puedan trabajar con dignidad.
Los convenios de la OIT representan muchos años de experiencia y mejores prácticas. Cuando un país ratifica un convenio de la OIT, lo incorpora a la legislación nacional. Por esta razón, impulsar la ratificación de los convenios es parte tan importante de la estrategia sindical mundial.
Este año la OIT cumple cien años. Necesitamos una OIT para el siglo XXI, con una garantía laboral universal que otorgue a todos los trabajadores/as los derechos clave de los principios fundamentales de la OIT: eliminar el trabajo infantil y forzoso; eliminar la discriminación en el trabajo; y garantizar la libertad de sindicación y negociación colectiva, así como el derecho a un salario digno, salud y seguridad en el trabajo, y control sobre la jornada de trabajo.
Mecanismos globales vinculantes
Pero no basta con eso. Muchas veces, las corporaciones globales son más poderosas que los gobiernos nacionales, y la legislación laboral nacional es insuficiente como herramienta. De la misma manera como los convenios colectivos nacionales brindan a los trabajadores/as protección mejorada que se logra a través de la negociación colectiva, también necesitamos convenios colectivos mundiales legalmente vinculantes.
Los Acuerdos Marco Globales se basan en lo más fundamental de esta idea, reflejando el compromiso de establecer una norma global de relaciones laborales. Sin embargo, no son instrumentos legalmente vinculantes: la próxima generación de estos Acuerdos deberá serlo. El primer ejemplo de un eficaz mecanismo global vinculante es el Acuerdo de Bangladesh, compromiso legalmente vinculante para mejorar la seguridad de las fábricas. Se estableció un precedente en 2016 cuando dos marcas mundiales fueron llevadas a arbitraje por incumplimiento.
Este es el futuro de las relaciones laborales internacionales, y debemos luchar por ello. IndustriALL está llevando a cabo un trabajo innovador, desarrollando los mecanismos que necesitamos para negociar y hacer cumplir acuerdos globales vinculantes, pero será necesario hacer mucho más: habrá que establecer acuerdos, luchar por casos específicos y establecer precedentes.
Si no lo hacemos nosotros, ¿entonces quién?
Una crisis global necesita una respuesta colectiva que no pueden dar gobiernos y empresas que compiten entre sí. A pesar de las palabras cordiales en Davos y en otras asambleas mundiales, los responsables tienen intereses opuestos y no pueden trabajar juntos de manera significativa. Para contrarrestar el colapso del contrato social, necesitamos contar con una internacional del pueblo, un ecosistema global de luchas interrelacionadas, intersectoriales.
La contradicción es que el capitalismo necesita sindicatos e instituciones sólidas para crear estabilidad a través de salarios más altos y mejores condiciones de trabajo, asegurando que los trabajadores/as ganen lo suficiente para comprar cosas e impulsar la economía.
Los impuestos reciclan el capital sobrante, manteniéndolo productivo en lugar de ocultarlo en paraísos fiscales. Las instituciones estatales proporcionan infraestructura física, planificación económica a largo plazo y apoyo a las industrias emergentes o cambiantes que son elementos necesarios para encontrar el camino en el volátil mundo del trabajo.
La internet, por ejemplo, se basó en investigaciones financiadas con fondos públicos, y el sector privado no logrará una Transición Justa y efectiva hacia un futuro sin emisiones de carbono, con trabajo y dignidad para todos.
El consenso global conformará el futuro. Como sindicatos, estamos entre las organizaciones más representativas del mundo. Y los sindicatos mundiales como IndustriALL vinculan a los trabajadores/as de base, a lo largo de la cadena de suministro, a las empresas e instituciones con el mayor poder para determinar la forma de nuestro mundo.
Planta de Flormar en Gebze, Turquía. IndustriALL
Parafraseando un antiguo proverbio:
Si no somos nosotros,
entonces ¿quién?
Si no es de esta manera, entonces ¿cómo?
Si no es ahora, entonces ¿cuándo?