14 diciembre, 2020Después del brutal asesinato de George Floyd perpetrado por la policía en Estados Unidos en mayo de este año, se conoció en todo el mundo una enérgica ola de protestas. La gente salió a las calles reclamando el derecho elemental de respeto por la vida de la gente, bajo el grito “Black Lives Matter” (La vida de los negros sí importa). De Detroit a Londres, de París a Ginebra, la gente se unió para denunciar el racismo endémico.
ARTÍCULO DE FONDO Global Worker No. 2 noviembre 2020 | |
Texto: Cherisse Gasana Tema: Racismo y movimiento sindical |
"Basta ya"
El desprecio por la vida de los negros que se demuestra con injustificados asesinatos y abusos por parte de la policía no se limita a lo ocurrido en EE. UU., sino ocurre en todo el mundo. El racismo se manifiesta en los crueles asesinatos a manos de la policía y también en la injusticia económica; políticas económicas que promueven la pobreza y la violencia en comunidades divididas por origen étnico en todas partes. Esto se demuestra más claramente por el hecho de que las personas de color se ven desproporcionadamente más afectadas por Covid-19.
El racismo en los EE. UU. es la persistente sombra proyectada por la esclavitud. El racismo sistémico en la economía global es el legado del colonialismo. Con el aumento de la inseguridad laboral y la austeridad en las economías occidentales que están acogiendo a nuevas generaciones de migrantes, hacen del racismo una gran amenaza para la cohesión social. Las medidas de austeridad están alimentando la desigualdad racial y la discriminación, afectando de manera desproporcionada a las personas de minorías raciales y étnicas.
La ola de protestas ha llevado a la gente a concluir que existe una relación entre el racismo en las calles de sus ciudades y lo que está sucediendo en todo el mundo. Al estudiar detalladamente el racismo en las sociedades occidentales se nota el racismo sistémico que se ha incorporado a la economía global, que todavía tiene las cicatrices del colonialismo: los países occidentales ricos que extraen valor de los países pobres con poblaciones negras y con minorías étnicas constituye racismo a escala global.
Esta es la razón por la que los avances recientes en el derecho internacional y nacional, como el tratado vinculante de la ONU sobre empresas y derechos humanos, son tan importantes en la lucha contra el racismo sistémico en la economía global. Hacer que las corporaciones sean responsables de lo que sucede en sus cadenas de suministro pone en cuestión la dinámica de explotación que ha existido desde tiempos coloniales.
Un instrumento vinculante de la ONU podría establecer un nuevo punto de referencia mundial para las empresas y los derechos humanos. También podría constituir en los países pobres una herramienta anticolonial que se podría utilizar para reequilibrar las relaciones de poder entre las grandes empresas y las personas.
¿Por qué sucede esto ahora?
La comunidad mundial de jóvenes junto a la clase trabajadora se hallan indignados: han salido a las calles pidiendo cambios de verdad.
“Nuestro mundo se está muriendo”
“el cambio climático es real”
“todavía existen la opresión y el racismo”
“el sistema económico no funciona a nuestro favor, nunca lo ha hecho”.
El movimiento contra el racismo no es nuevo, pero ahora su alcance global y el nivel de indignación no tienen precedentes. La indignación es notoria e imposible de pasar por alto, sea donde sea el lugar donde uno vive o el color de su piel. A medida que el movimiento se aceleraba en medio de la pandemia de Covid-19, el mundo prestó más atención a la exasperación de las personas afectadas por el racismo.
Como movimiento sindical mundial, siempre nos corresponde analizar críticamente quiénes somos y cómo funcionamos. Nuestro mundo está cambiando y en estos tiempos sin precedentes se ha hecho evidente que el sistema global no funciona. Este mismo sistema en que luchamos todos los días por la justicia no solo está inservible: nunca funcionó bien.
En principio, los sindicatos están comprometidos con la lucha contra el racismo. Sin embargo, en la práctica, las estructuras sindicales reproducen con demasiada frecuencia las desigualdades de las sociedades donde existen. Los dirigentes sindicales frecuentemente no se parecen a los trabajadores/as que representan.
Entre diciembre de 2016 y febrero de 2017, la TUC (central sindical británica) realizó una encuesta sobre el racismo en el trabajo. La encuesta demostró claramente que existen graves problemas en el movimiento sindical que requieren atención urgente. En base a esta encuesta, la TUC se encargó de producir un informe, “Racism Ruins Lives” (El racismo arruina vidas), en el que se pone de relieve los problemas que el movimiento sindical debe abordar con urgencia.
Recientemente, el Comité Asesor Sindical de la OCDE (TUAC) organizó una conferencia en línea sobre la lucha contra el racismo y la discriminación étnica en la economía, en la que se destacaron los siguientes tópicos:
“Desde hace mucho años, los sindicatos han estado a la vanguardia en la lucha contra todas las formas de racismo y discriminación en el lugar de trabajo y en la sociedad. En la actualidad, la mayoría de los países de la OCDE han tomado medidas para combatir la discriminación; la mayoría de los países han ido más allá de la legislación contra la discriminación, al implementar medidas adicionales de diversidad, y reconociendo que las políticas contra la discriminación por sí solas no pueden eliminar los obstáculos estructurales que enfrentan los grupos marginados. Sin embargo, se ha demostrado que se debe hacer mucho más".
¿Es correcta la forma de lucha de los sindicatos?
Sobre este tema candente del racismo, los sindicatos han participado en el debate y en su mayor parte parece que están tomando medidas para procurar que la diversidad se tome en serio dentro de sus estructuras. Hacen que la diversidad figure en los convenios colectivos, dialogan internamente sobre el racismo institucional, y capacitan al personal sobre prejuicios inconscientes. La política general es buena, pero ¿es suficiente para lograr un verdadero cambio?
¿Deberíamos preocuparnos porque nuestras estructuras sindicales se parecen a las de la mayoría de las multinacionales:
“blancas, viejas y muy arraigadas”?
Es problemático, pero es nuestra realidad. ¿Hemos introducido estas estructuras no representativas en nuestro ADN?
Breve mirada introspectiva a parte de nuestra historia
Mucho antes de la revolución industrial, durante miles de años, Europa dependía de redes comerciales para poder acceder a bienes tales como el oro, la plata, piedras preciosas, especias y telas. Muchos de estos productos procedían de África y Asia y se transportaban a Europa por tierra, ríos y por mar.
Como Europa quería tener mayor acceso a estas fuentes de riqueza, comenzó a explorar esas tierras lejanas. A consecuencia de estos viajes, aumentó el comercio, con lo cual Europa se fortaleció de manera significativa, impactando poderosamente la forma en que funciona el mundo actual.
La población europea aumentó, los ejércitos se estructuraron de modo más formal, con mejores armas que se producían en las fábricas. Muy rápidamente, las potencias europeas pudieron adueñarse de nuevas tierras, dando paso a la invasión, ocupación, división y colonización del África y la esclavización de los africanos.
La colonización y el comercio de esclavos fortalecieron no solo a Europa sino también a América, permitiendo que sus sociedades prosperaran a costa de los esclavos y durante muchos años de saqueo. Resultado de esto fueron sus propias y prósperas revoluciones industriales.
La idea de que los africanos eran inferiores y bárbaros surgió durante el siglo XVIII para justificar la esclavitud y la conquista. Estas ideas raciales estaban dirigidas a los africanos en el África, así como a los esclavizados en el Nuevo Mundo. Estos estereotipos están ocultos en la historia que aprendemos en la escuela, están presentes en nuestras instituciones y gobiernos e influyen para determinar quiénes tienen el poder en la economía global de hoy.
En el siglo XIX, la revolución industrial cambió el panorama. Crecieron las industrias, así como la clase trabajadora. Los trabajadores/as se enfrentaban a condiciones laborales difíciles y tenían muy poco poder individual para mejorar sus situaciones. Los trabajadores y trabajadoras recurrieron a la sindicalización para influir en su entorno. Este período de sindicalismo generó la mayoría de los beneficios de los que disfrutamos hoy como trabajadores/as.
Comprender el racismo sistémico es difícil, según el planteamiento de cada persona. Sin embargo, existe y ha existido desde hace mucho tiempo. Está arraigado en los gobiernos, las instituciones, la educación y la economía mundial, pero, lo que es más importante, no importa el color que tengamos, lo que importa es que el racismo también está arraigado en nosotros mismos.
La fuerza de trabajo que representamos se ha vuelto más diversa, pero los sindicatos demoran demasiado en hacer lo mismo. Las mujeres, los jóvenes y los trabajadores/as de diverso origen étnico constituyen una gran parte de la fuerza laboral.
Como representantes de los trabajadores/as, los sindicatos realizan la noble lucha con la esperanza de crear un mundo más justo. Pero debemos pensar por un momento y preguntarnos si en nuestras propias estructuras no estamos reproduciendo las mismas prácticas de este sistema inservible. De no interrogarnos de este modo para corregir herencias erróneas, entonces nuestra lucha no sería más noble que la de las multinacionales que se esfuerzan por no rendir debida cuenta por las violaciones de los derechos humanos en sus cadenas de suministro.
Las multinacionales cuyos productos alimentan, incitan y satisfacen las necesidades de nuestros consumidores modernos también funcionan y prosperan gracias a los trabajadores/as en sus cadenas de suministro, las cuales tienen antecedentes bochornosos. Muchas veces, la represión y explotación de las comunidades son la terrible verdad detrás de los productos que producen y que consumimos todos los días.
Hoy en día, la gente tiene más cuidado y sabe dónde gasta su dinero. Muchos consumidores ya no aceptan apoyar aquellas empresas que guardan silencio sobre el racismo o que sean ellas mismas racistas.
Con esto en mente, las empresas son muy hábiles en cuanto a embellecer su imagen donde sea importante. Su estrategia para continuar prosperando en un mundo injusto es hacer cambios superficiales que no son significativos pero que son suficientes para atraer nuevamente a sus clientes.
¿Hacen lo mismo nuestros sindicatos? ¿Por qué afiliarse a un sindicato que carece de diversidad para representarte adecuadamente y que propaga el racismo institucional?
Si bien algunos sindicatos están tomando medidas concretas para aumentar el respeto por la diversidad, la forma como lo hacen a veces puede desalentar a los trabajadores/as jóvenes que están preocupados por el mundo que heredan.
Es importante contar con comités de mujeres en las estructuras sindicales, pero esta política sindical tiene que estar reforzada por la presencia de mujeres en puestos de toma de decisiones. Lo mismo ocurre con los comités de jóvenes y de los comités de diversidad, éstos deben reflejarse en los puestos encargados de tomar decisiones.
¿Cómo pueden los sindicatos cambiar realmente las condiciones de empleo para la clase trabajadora si no están dispuestos a cambiar radicalmente sus estructuras para representar mejor a estos trabajadores/as? La membresía sindical está disminuyendo y estamos demorando mucho en tomar medidas e introducir cambios para adaptarnos a las necesidades de la actual fuerza de trabajo a nivel mundial. Sus problemas son claros y para comprenderlos debemos identificarnos con ellos. El cambio estructural radical es la única respuesta para abordar realmente no solo el racismo, sino también la igualdad de género y la representación de los jóvenes.
Fue a través de la representación real durante la revolución industrial que se establecieron cambios reales para la futura clase trabajadora. Los viejos ricos no eran los que estaban al frente de la lucha. Los verdaderos héroes de esa época fueron los que tenían que soportar la dura realidad del trabajo peligroso, las horas de trabajo interminables y los bajos sueldos.
Los sindicatos mundiales se han destacado mucho más en la última década debido a la globalización y la necesidad de que los sindicatos cooperen de manera más efectiva a través de las fronteras nacionales.
Participamos en una amplia gama de actividades, incluyendo el apoyo a las organizaciones afiliadas, especialmente en las economías en vías de desarrollo, presionando a agencias internacionales para promover los intereses y derechos humanos de los trabajadores y trabajadoras, procurando la sindicalización y acciones de solidaridad internacional, y participando en negociaciones colectivas a nivel mundial con grandes multinacionales y organizaciones de empleadores.
Uno de los principios que surgieron de las federaciones sindicales mundiales como IndustriALL Global Union es que funcionamos en base a un sistema de solidaridad. Nos financian sindicatos de todo el mundo, y los sindicatos más ricos del hemisferio norte pagan más, en tanto los sindicatos de las economías emergentes pagan menos.
Nuestros proyectos financiados con fondos externos funcionan de manera semejante. El dinero de los países más ricos o de las instituciones del occidente se utiliza para financiar proyectos en los países en vías de desarrollo para crear sindicatos y desarrollar la capacidad para representar mejor a los trabajadores/as del hemisferio sur. El propósito es superar el legado del colonialismo que deja en desventaja a los trabajadores/as de estos países.
Tengamos en cuenta este aspecto del racismo: el racismo es el sistema que permite que el grupo racial que ya está en el poder conserve ese poder; es la creencia de que la personalidad, la conducta y la moral se remontan a la raza de la persona, y la creencia de que una raza es superior a otra.
Nuestra tarea es noble en esencia, pero también muy delicada y frágil. Tenemos que empoderar a los sindicatos en los países en vías de desarrollo sin perjudicar su integridad y autonomía. No podemos imponerles formas occidentales de hacer las cosas. La solidaridad no es cuestión solo de apoyo material, y no fluye en un solo sentido: también se trata de escuchar y aprender unos de otros. Los sindicatos globales no son organizaciones benéficas que apoyan a sindicatos clientes en países en vías de desarrollo.
Los sindicatos de occidente no son superiores ni mejores. El occidente se ha beneficiado de una historia terrible y, relativamente, esto ha otorgado cierto poder a sus sindicatos. Ya es hora de usar ese poder para lograr el cambio, un cambio radical y real.