13 septiembre, 2001Miran al cielo y ya no saben si implorar por la lluvia o para que al fin, el Diosito se los lleve.
En Guatemala la gente empezó a morir de hambre, e hizo falta que la prensa local publicara la foto de dos chiquitos desnutridos para que el gobierno del controvertido Alfonso Portillo decretara la "calamidad pública" del país y para que se movilizara alguna ayuda internacional.
Oficialmente son reconocidos 48 muertos por la hambruna --de ellos, 12 niños--, pero organismos no gubernamentales, algunos funcionarios municipales y un puñado de periodistas que se escapan de las garras de un gobierno con serias grietas en materia de derechos humanos, hablan, espantados, de muchos más.
Guatemala parece atada a una cadena perpetua de dolor. Como El Salvador, como Nicaragua. Centroamérica, con 34 millones de habitantes y un porcentaje de pobreza que alcanza en promedio a un 60% de la población, se ha visto sacudido en los últimos cinco años por el huracán Mitch, que dejó 20.000 muertos y pérdidas por 6.500 millones de dólares, y por dos violentos terremotos que en enero y febrero pasado provocaron 1.142 muertos en El Salvador y pérdidas por unos 1.700 millones de dólares.
Guatemala derramó sangre prolongada desde 1960 en una guerra civil que duró años, y que transformó a la guerrilla en una fuerza permanente. En 1999, y después de incesantes clones de dictaduras, este país centroamericano pudo aproximarse a un ejercicio democrático más o menos cristalino.
La guerrilla de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatematelca (URNG), se convirtió en Alianza Nueva Nación (ANN) como fuerza política legal. Sin embargo, fue derrotada por el derechista Frente Revolucionario Guatemalteco (FRG), que debió demorar el festejo, pues su primer candidato tenía tan malos antecedentes que fue invalidado: Efraín Ríos Montt era un viejo dictador, creador de las temibles Patrullas de Autodefensa.
En una segunda vuelta, y por ser designado como cabal entendedor de las rudas filosofías de Ríos Montt, el actual presidente Alfonso Portillo se encontró con el 68% de los votos y la presidencia.Prometió empleo, educación y cobertura social para todos, y de paso, confesó haber cometido un homicidio en la frescas épocas de la violencia.
Portillo dice desde entonces que uno de sus objetivos es refrescar los acuerdos de paz de 1996, aquellos que rezaban --nunca más justa una palabra-- por una Guatemala "multiétnica, pluricultural y multilingüe". Pero la diversidad de razas, culturas e idiomas --además del español, se hablan 23 lenguas indias-- no conviven ni viven "si en Guatemala el 80% de la población está en la pobreza", decía: "Con ese porcentaje no sé por qué se hace tanto escándalo por esta hambruna", agregó.
Más de 100 mil guatemaltecos que habitan la región sudeste del país, comen una vez cada 48 horas, y su alimentación no es precisamente la necesaria. Los principales municipios afectados son los de Camotán y Jocotán, donde algunos reservan puñados de granos de viejas cosechas de frijoles y maíz, pero otros se deben contentar con tortillas inundadas de sal y hasta hierbas salvajes, demasiado salvajes. La vieja sabiduría de los indígenas Chortí, asentados al este, los hace sobrevivir en los límites del abismo: recurren a hierbas que habían destinado a medicinas, inventan savias de helechos y arbustos fantasmales.
De Jocotán, por ejemplo, era Juanita García, la niña de 12 años que murió de madrugada y de desnutrición, el último jueves. La mamá Natalia, viuda y con cinco hijos más, una madre y una hermana a cargo, contó que Juanita enfermó 6 meses atrás, cuando "se le hincharon los pies, le dio diarrea y tosederas". La muerte de la niña indignó a miles de guatemaltecos al ser difundida por la prensa.
Será por eso, tal vez intimidado o avergonzado, que el ministro de Agricultura, Jorge Escoto, admitió "no haber previsto a tiempo la gravedad de la situación de los agricultores". En Camotán y Jocotán, se perdió el 90% de los sembrados, y no sólo es por culpa de los tres meses sin lluvia, ni del invierno que se hace rogar. "Se sabía que el precio internacional del café iba a caer y eso perjudica a nuestra economía y no hicimos nada".
La respuesta del gobierno fue el plan "Calamidad pública", que consiste en enviar 1.600 toneladas de alimentos a los 100 municipios afectados por las hambruna de los 331 existentes, y pedir a los gritos ayuda. El BID creó un fondo especial de socorro de 11.400.000 dólares. Estados Unidos prometió enviar 11 mil toneladas de comida, la Cruz Roja internacional se ofreció a hacer un relevamiento de los pobladores en mayor situación de riesgo. Y el Programa Mundial de Alimentos (PMA) dependiente de la ONU, ya embaló el primer lote de alimentos destinados a los niños y ancianos escondidos en la montaña.
Allá lejos, en Punta del Este, en medio de un entorno que Juanita jamás imaginó, el grupo de países agrícolas sin subsidio (Cairns) que integra Guatemala, reclamó el miércoles a la Organización Mundial de Comercio "un mundo libre de subsidios distorsionantes del comercio internacional agrícola, con el fin de promover el desarrollo y la eliminación de la pobreza en los países en desarrollo".
Oficialmente son reconocidos 48 muertos por la hambruna --de ellos, 12 niños--, pero organismos no gubernamentales, algunos funcionarios municipales y un puñado de periodistas que se escapan de las garras de un gobierno con serias grietas en materia de derechos humanos, hablan, espantados, de muchos más.
Guatemala parece atada a una cadena perpetua de dolor. Como El Salvador, como Nicaragua. Centroamérica, con 34 millones de habitantes y un porcentaje de pobreza que alcanza en promedio a un 60% de la población, se ha visto sacudido en los últimos cinco años por el huracán Mitch, que dejó 20.000 muertos y pérdidas por 6.500 millones de dólares, y por dos violentos terremotos que en enero y febrero pasado provocaron 1.142 muertos en El Salvador y pérdidas por unos 1.700 millones de dólares.
Guatemala derramó sangre prolongada desde 1960 en una guerra civil que duró años, y que transformó a la guerrilla en una fuerza permanente. En 1999, y después de incesantes clones de dictaduras, este país centroamericano pudo aproximarse a un ejercicio democrático más o menos cristalino.
La guerrilla de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatematelca (URNG), se convirtió en Alianza Nueva Nación (ANN) como fuerza política legal. Sin embargo, fue derrotada por el derechista Frente Revolucionario Guatemalteco (FRG), que debió demorar el festejo, pues su primer candidato tenía tan malos antecedentes que fue invalidado: Efraín Ríos Montt era un viejo dictador, creador de las temibles Patrullas de Autodefensa.
En una segunda vuelta, y por ser designado como cabal entendedor de las rudas filosofías de Ríos Montt, el actual presidente Alfonso Portillo se encontró con el 68% de los votos y la presidencia.Prometió empleo, educación y cobertura social para todos, y de paso, confesó haber cometido un homicidio en la frescas épocas de la violencia.
Portillo dice desde entonces que uno de sus objetivos es refrescar los acuerdos de paz de 1996, aquellos que rezaban --nunca más justa una palabra-- por una Guatemala "multiétnica, pluricultural y multilingüe". Pero la diversidad de razas, culturas e idiomas --además del español, se hablan 23 lenguas indias-- no conviven ni viven "si en Guatemala el 80% de la población está en la pobreza", decía: "Con ese porcentaje no sé por qué se hace tanto escándalo por esta hambruna", agregó.
Más de 100 mil guatemaltecos que habitan la región sudeste del país, comen una vez cada 48 horas, y su alimentación no es precisamente la necesaria. Los principales municipios afectados son los de Camotán y Jocotán, donde algunos reservan puñados de granos de viejas cosechas de frijoles y maíz, pero otros se deben contentar con tortillas inundadas de sal y hasta hierbas salvajes, demasiado salvajes. La vieja sabiduría de los indígenas Chortí, asentados al este, los hace sobrevivir en los límites del abismo: recurren a hierbas que habían destinado a medicinas, inventan savias de helechos y arbustos fantasmales.
De Jocotán, por ejemplo, era Juanita García, la niña de 12 años que murió de madrugada y de desnutrición, el último jueves. La mamá Natalia, viuda y con cinco hijos más, una madre y una hermana a cargo, contó que Juanita enfermó 6 meses atrás, cuando "se le hincharon los pies, le dio diarrea y tosederas". La muerte de la niña indignó a miles de guatemaltecos al ser difundida por la prensa.
Será por eso, tal vez intimidado o avergonzado, que el ministro de Agricultura, Jorge Escoto, admitió "no haber previsto a tiempo la gravedad de la situación de los agricultores". En Camotán y Jocotán, se perdió el 90% de los sembrados, y no sólo es por culpa de los tres meses sin lluvia, ni del invierno que se hace rogar. "Se sabía que el precio internacional del café iba a caer y eso perjudica a nuestra economía y no hicimos nada".
La respuesta del gobierno fue el plan "Calamidad pública", que consiste en enviar 1.600 toneladas de alimentos a los 100 municipios afectados por las hambruna de los 331 existentes, y pedir a los gritos ayuda. El BID creó un fondo especial de socorro de 11.400.000 dólares. Estados Unidos prometió enviar 11 mil toneladas de comida, la Cruz Roja internacional se ofreció a hacer un relevamiento de los pobladores en mayor situación de riesgo. Y el Programa Mundial de Alimentos (PMA) dependiente de la ONU, ya embaló el primer lote de alimentos destinados a los niños y ancianos escondidos en la montaña.
Allá lejos, en Punta del Este, en medio de un entorno que Juanita jamás imaginó, el grupo de países agrícolas sin subsidio (Cairns) que integra Guatemala, reclamó el miércoles a la Organización Mundial de Comercio "un mundo libre de subsidios distorsionantes del comercio internacional agrícola, con el fin de promover el desarrollo y la eliminación de la pobreza en los países en desarrollo".